Ser aficionado del Málaga Club de Fútbol es viajar en autobús para volverte cabizbajo. Es encender el mando, sintonizar el canal y participar voluntariamente en una tortura china. Esta consistía en poner boca arriba a un prisionero al que le caían gotas de agua fría en la frente cada cinco segundos. El goteo no les dejaba dormir ni tampoco poder beber esa agua con sed. Una muerte lenta y dolorosa. Las gotas son los errores de cada jornada, el prisionero es el Málaga.
Ortuño y Jansson invalidaron el gol de Cristian en un imposible tras la expulsión de Burgos. Así, con tantas heridas por errores propios uno no puede curarse. El Málaga sigue con 9 puntos, anclado en la última posición y con una dinámica de equipo de descenso a 1ª RFEF. Menos mal que queda un mundo. Pero así esta la cosa, golpetazo de realidad.
Mel avisó de revolución en el once y así fue, con hasta siete cambios con respecto a la derrota ante el Eibar: Yáñez se estrenó en portería, Ramalho y Juande volvían a la defensa, Luis Muñoz al medio, Febas a un costado, el (decepcionante) debut de Lumor en el extremo izquierdo y arriba Pablo Chavarría, que terminó siendo el que pagó los platos rotos de la roja a Esteban Burgos.
Porque si hay algo que queda claro jornada sí, jornada también, es que solo hay un rival peor que cualquiera y es el mismo Málaga, frágil como un jarrón oriental. Y eso que la primera acción de ataque fue de Rubén Castro, que cabeceó al muñeco un gran centro de Luis Muñoz. Son acciones que, en circunstancias normales, acaban en gol si te apellidas Castro. Pero cuando nada funciona en este entorno, no extraña que estas ocasiones no se conviertan.
Lo que sí pilló a contrapié fue lo que ocurrió en el minuto 21. La roja directa a Esteban Burgos fue un ejemplo de lo que es el Málaga, un equipo con miedo escénico y propenso al error infantil. Javi Jiménez regaló un pase que casi fue asistencia para De Blasis, que ya encaraba solo a Yáñez, hasta que por detrás le atropelló Esteban Burgos. Al mínimo tropiezo, siendo último jugador, la expulsión fue clara. A jugar con uno menos durante 70 minutos. Lo de la tortura china.
Juanfran entró por Chavarría y el equipo blanquiazul se parapetó atrás y a aguantar lo que venga, y lo que vino fue un disparo de Iván Calero desde la frontal, otro de Franchu que obligó a Yáñez a estirarse y un remate de Datkovic a balón parado que estuvo a punto de ser el primer gol justo antes del descanso.
La puntilla
Lumor se quedó en el banquillo tras una mala actuación por su parte, y fue Cristian el plan 'B'. Sin tiempo para volver a la intensidad, llegó la estaca para el Málaga con el gol de Ortuño, que remató un centro de De Blasis en el que Rubén Yáñez mostró manos de mantequilla (1-0, minuto 51).
Así no se puede competir: error tras error, una y otra vez. Esto es la Segunda División y no perdona a nadie. Cosas del fútbol, fue Yáñez el que protagonizó el paradón del partido con una palomita que impidió el segundo, que hubiera sido obra de un De Blasis que entraba en las inmediaciones del área con una facilidad tremenda. Aquello estaba siendo un asedio a un ejército de jugadores medio muertos en lo mental. Eso sí, nunca olviden que este deporte siempre se guarda sus mejores cartas y esta vez le tocaría al equipo visitante.
La fe de Cristian tuvo recompensa en el gol del empate, justo cuando el Málaga estaba en la lona. Un robo de Luis Muñoz, que generó el pase al área para buscar rematador, pero la zaga se encargó de despejar justo donde estaba el joven marbellí, que chutó con el alma para el 1-1 (minuto 60).
Mel cambió piezas rápido ante el giro de guion y metió a Genaro para contener, Ramón para que la posesión durara algo más y a Loren para bregar arriba, en detrimento de un Rubén Castro que se marchó entre pitos y aplausos de su antiguo feudo. El Cartagena siguió insistiendo, Ortuño remató al palo y entonces llegó la puntilla. Otra vez el inspirado De Blasis picó un pase a Jansson, que fusiló al meta malaguista en la definición de un gol que, en principio, fue anulado por fuera de juego, pero minutos después, se concedió. Javi Jiménez rompía un fuera de juego milimétrico que significó el 2-1 (minuto 77).
Lo de después fue la nada. Diez jugadores exhaustos y un Efesé con ganas de hacer más sangre. La salvación se queda a cuatro puntos y la esperanza, si hay, queda muy poca. Imaginen a esos aficionados de la Peña Benamiel que fueron en bus. Ellos son el Málaga CF.