Llega el calor y con él la hora de cambiar la escuela y el trabajo por la playa, algo deseado por muchos para disfrutar del sol y del mar y por otros porque empieza su temporada laboral, este es el caso de los socorristas, que en esta época se convierten en verdaderos ángeles de la guarda para los bañistas.
Situados en altas torres vigías o recorriendo la orilla con su salvavidas en mano, pasan largas horas mirando hacia el mar y velando por la seguridad de quienes disfrutan del sol y la playa.
Un trabajo duro, pero muy gratificante según ha indicado a Efe Andrés Wraage, un joven socorrista de 29 años que lleva más de diez velando por la seguridad de los bañistas en las playas malagueñas.
"Lo mejor es poder pasar todo el día en la playa ayudando a la gente y lo más complicado aguantar el calor", ha dicho.
El día a día de estos vigilantes de la playa puede parecer algo monótono, pero no pueden quitar los ojos del mar en ningún momento, pues de ellos depende la seguridad de muchas personas.
"Llegamos a la playa, preparamos el dispositivo y a vigilar", ha indicado el joven socorrista, quien explica que pasan todo el día mirando al mar, "controlando que todo vaya bien".
Los usuarios que con más frecuencia necesitan la ayuda de estos "ángeles de la guarda", son las personas mayores y los niños,los primeros por golpes de calor, principalmente, y los segundos por pequeñas heridas o porque se ha extraviado de su familia.
Según ha explicado Wraage, es habitual encontrar a pequeños asustados porque no encuentran a sus familiares y viceversa, hecho que provoca mucha angustia pero que gracias a labor de los vigilantes, por suerte, en la mayoría de los casos se queda en un pequeño susto.
El calor, las corrientes marítimas y el fuerte oleaje suelen ser los culpables de que los agradables días de playa se compliquen, las asistencias más frecuentes son las golpes de calor y las bajadas de tensión, por las elevadas temperaturas, aunque según ha indicado el vigilante "por suerte los rescates no son muy habituales".
En estos más de diez años vigilando las playas, este socorrista cuenta orgulloso que nunca ha visto un fallecimiento en sus horas de trabajo, "por suerte no ha habido víctimas", ha dicho.
La vida de los socorristas está cargada de anécdotas, algunas divertidas y otras no tanto, Wraage cuenta entre risas una de las más habituales: "Una vez vi a un señor nadando a unos 150 metros de la orilla y comenzó a mover muchos los brazos, rápidamente nos tiramos a rescatarlo y cuando llegamos nos dijo que solo saludaba a un amigo".
Con fama de guaperas e incluso a veces de algo chulescos, la realidad es que su labor es muy importante y los bañistas se sienten más seguros con su presencia.
Araceli Cortés acude casi a diario con su marido y sus hijos pequeños a una de las playas más populares de Málaga y cuenta que con ellos ahí en la torre están "más tranquilos" y que "siempre hay que hacerles caso para evitar incidentes".
Especialmente necesaria se hace la labor de estos vigilantes para las personas con discapacidad, este es el caso de Elisabeth una joven tetrapléjica que acude desde Pozoblanco (Córdoba) hasta una playa adaptada de Málaga y explica que está "muy contenta" porque la ayudan a meterse en el agua con una grúa.
Lo mismo le sucede a Marta García, una señora mayor discapacitada que sin la ayuda de los socorristas no podría bañarse. "Los socorristas nos meten en el agua y nos vigilan y además son todos muy guapos", afirma.
Al terminar el verano, toca abandonar las playas, algunos socorristas consiguen mantener su trabajo en hoteles o piscinas cubiertas, pero a la mayoría les toca buscar otro empleo y esperar a que regrese el calor para volver a recorrer la orilla velando por la seguridad de los que disfrutan de sus vacaciones.
