Aquí la sangre no llegó al río como en Madrid, donde el famoso actor y cantante ‘El Langui’ bloqueó hace escasos días durante dos horas un autobús en protesta por no poder subir con su silla de ruedas. Cosas del azar, la rotura de la rampa para minusválidos en uno de los vehículos de la línea 4 (número 550) y, el siguiente, diez minutos después, de la línea 19 (574) a su paso por la transitada avenida Ortega y Gasset, convirtió un viaje rutinario al centro en todo un periplo.
La señora en silla de ruedas, asistió atónica a la situación, a la espera de algún alma caritativa que la ayudara a acceder al interior. Que no llegó. Mientras muchos de los presentes, impacientes, se bajaban del bus a por el próximo. El destino quiso que el remedio durara lo que la infraestructura en desplegarse para volver a dar un nuevo quebradero de cabeza al conductor.
Si la actitud de ‘El Langui’ fue aplaudida por muchos, los malaguitas, en cambio, se limitaron con manifestar su malestar como sabemos hacer, a grito ‘pelao’ y con alguna que otra palabra malsonante y hasta bronca entre pasajeros. Y perdonen mi osadía. Pero ya saben, las prisas por llegar cada cual a su destino encienden hasta al más paciente.
El ingreso en el tercer de los autobuses vino acompañado por una cola, casi como la de comulgar en misa. Igual de encomendados a la Virgen iban los pasajeros para evitar un nuevo incidente. Esperando, para sus adentros, que ninguna persona con discapacidad se cruzara en el trayecto. Sólo por si las moscas. Por más que los viandantes trataban de empujar la rampa. Arriba. Abajo. Izquierda. Derecha. Con ayuda del conductor. Sin ella. Haciendo uso de la fuerza cuando no miraba. Aquello no iba ni a la de tres. Casi medio centenar de excusas se tuvieron que escuchar en los trabajos.
Toda una odisea donde llegar al centro costó casi una hora. Es, como mínimo, para hacerlo mirar. Para evitar un ‘Langui’ la próxima vez.