Creo que es la primera vez que saco de mi entorno laboral una historia contada por un paciente que considero necesaria para denunciar un hecho, por supuesto con su consentimiento y, lógicamente, manteniendo esa confidencialidad que exige la profesión.
Partimos de la premisa de que aquellos pacientes condicionados por el consumo de sustancias llegan a cometer ‘tropelías’ de calibres inimaginables para conseguir satisfacer ese impulso insaciable de consumo, así como la incapacidad de controlar dichos impulsos. Dicho esto, en una de tantas conversaciones mantenidas en mis casi 30 años de profesión salieron a relucir las diferentes estrategias que una chica utilizaba para lograrlo, que no vienen al caso, pero una opción que me llamó la atención y que por circunstancias no llegó a realizarse partió de uno de esos programas de investigación en los que se dan tantos datos y tanta información, que le ofreció las herramientas y conocimientos necesarios para plantearse dichas posibilidades.
Hablamos de drogas de sumisión y en esta ocasión iban a ser utilizadas para robar sin medida a todo aquel que pudiera entrar en ese fatídico juego que estaba elucubrando. Tras comentarme que en dicho programa -evitaré el nombre para no caer en el mismo error- habían dado tantos datos, me dispuse a buscar aquel episodio concreto y no me lo podía imaginar: era tan revelador que se analizaban las composiciones de muchos productos e incluso las formas de administración y dónde conseguirlos. Aquello me resultó tan impropio que no me lo podía imaginar.
Últimamente, existen programas de análisis sensacionalistas donde la información empieza a tornarse confusa en cuanto entramos en materias tan delicadas como estos casos, donde se confunden esas libertades, formando a nuevos delincuente y/o violadores, a los que se les ofrecen posibilidades más allá de sus propias pretensiones o conocimientos. Estamos utilizando un medio con tanto poder como es la televisión no sólo para prevenirnos de posibles situaciones, que sería lógico, lo preocupante es que dan hasta los más ínfimos detalles de todo el entramado que se crea para tales fines. Hay programas que fabrican delincuentes, que motivan posibilidades y ofertan estrategias con las instrucciones necesarias para llevarse a cabo.
Hablar con tanta claridad sobre la sumisión química como pude ver y oír en dicho programa es como ofertar un manual tan conciso y claro que debería poner en alerta a las autoridades. Entiendo claramente que el uso que se dé de la información no es responsabilidad de los medios, pero sí de la información en sí. Mi paciente no llegó a culminar sus pretensiones, pero imagino cuántos delincuentes consiguieron su propósito gracias a dicho programa.