La ajustaba victoria del "brexit" que sacará al Reino Unido de la Unión Europea (UE) tras 43 años de pertenencia a regañadientes sacude los cimientos de un proyecto europeo ya en crisis y que ahora pierde a su segunda mayor economía y a uno de sus socios políticos de peso.
La crisis económica, la oleada de refugiados sirios y el creciente desencanto de una ciudadanía europea que cada vez ve menos utilidad en una UE que no resuelve sus problemas está abonando el fervor nacionalista y poniendo seriamente en riesgo la supervivencia comunitaria.
La salida británica se convierte por tanto en un arma cargada de simbolismo que asesta un duro golpe interno a la UE, pero que también trae consecuencias geopolíticas que se dejarán sentir en el exterior.
Está por ver si más allá de los mensajes de tranquilidad y unidad que se producen ya y se repetirán en los próximos días desde Bruselas y otras capitales, la UE logra hacer examen de conciencia y reconducir su inquietante futuro, al tiempo que negocia un proceso de divorcio con el Reino Unido que puede alargarse una década, según expertos comunitarios.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha hablado por primera vez en nombre de los 27 Estados miembros restantes para reafirmar su determinación a permanecer unidos y su deseo de iniciar una reflexión amplia sobre el futuro del bloque.
Los últimos años han sido "los más difíciles para la historia de nuestra Unión", pero "lo que no te mata te hace más fuerte", sostuvo en recuerdo a unas palabras que solía decirle su padre.
El primer ministro holandés y presidente de turno del Consejo de la Unión Europea (UE), Mark Rutte, reconoció que el mal resultado del referéndum servirá de "estímulo para reformar la UE", mientras que el primer ministro belga, Charles Michel, aseguró que ahora debe encontrarse "un camino para recuperar el proyecto europeo".
El director ejecutivo del Centro de Política Europea (EPC), Fabian Zuleeg, considera que "desafortunadamente parece poco probable" que la salida británica vaya a abrir la puerta a una mayor integración europea.
"No deberíamos esperar mucho dado el bajo grado de disposición a la reforma y las divisiones ya existentes entre Estados miembros", subrayó, al recalcar que las diferencias por ejemplo en el seno de la zona del euro no han sido causadas por el Reino Unido y, por tanto, tampoco se resuelven con un "brexit".
El analista Michael Leigh, de German Marshall Fund, coincide en que la salida británica no tiene por qué traducirse en más integración, sobre todo cuando Alemania y Francia celebrarán elecciones en 2017.
"Es posible pero improbable que Alemania y Francia acuerden seguir adelante en la integración de la eurozona, como en materia fiscal o en la unión bancaria", indica, y también opina que "el mayor obstáculo a la integración de la eurozona no es el Reino Unido si no la falta de voluntad política".
En cuanto al impacto que el abandono británico puede tener en las relaciones exteriores europeas, el director del instituto de estudios Carnegie Europe, Jan Techau, afirma que se trata de "un día devastador para el papel de Europa en el mundo".
En su opinión, la ausencia del Reino Unido, uno de los miembros comunitarios con mentalidad más global y abierta al exterior, va a cambiar la toma de decisiones en Bruselas.
Según Techau, aunque es el Reino Unido el que más tiene que perder, tanto Londres como la UE salen "gravemente heridos" de esta "innecesaria batalla".
Más optimista se muestra su colega Sinan Ülgen, quien cree que, pese al "periodo de turbulencia" que supondrá el "brexit", también se abre una "ventana de oportunidad" para reconducir las relaciones entre Bruselas y Londres e impulsar un nuevo tipo de asociación.
"Incluso los defensores acérrimos del brexit quieren que el Reino Unido mantenga su acceso al mercado único", señaló, para apuntar que ahora ese nuevo marco de relación tendrá que ser diseñado.