Portugal afronta la Semana Santa con la frontera con España cerrada, la mayoría de sus negocios también cerrados o limitados a la venta "ao postigo" (en la puerta), el sector turístico bajo mínimos y con la esperanza de relajar en abril el estricto confinamiento decretado en enero.
La tímida reapertura iniciada en las últimas semanas -que ha permitido a librerías y colegios de primaria abrir sus puertas- no se ha traducido en un alivio de la presión para el sector turístico, uno de los motores de la economía lusa.
Buena parte de los hoteles permanecen cerrados, los restaurantes solo pueden vender comida para llevar o "ao postigo", desde la puerta, y no están autorizadas las terrazas.
La movilidad está restringida y Portugal recrea la polémica que se vive en otros países europeos por las diferencias entre portugueses y extranjeros.
Los turistas podrán circular libremente para ir a los hoteles y alojamientos donde tengan reserva, pero los nacionales no pueden abandonar sus municipios durante los próximos diez días.
Ciudades como Lisboa, habitualmente desbordadas por el turismo durante las vacaciones de Semana Santa, lucen hoy semivacías.
Para llegar a la capital lusa, Sabah Yani y su familia se han hecho una PCR. Han viajado desde París para visitar a su hija, residente en Lisboa, y aprovecharán para hacer turismo. El clima y el sol compensará su decepción por el cierre de los museos.
El cierre fue "algo bueno, la gente lo respetó" y Lisboa es una buena ciudad, con sol. Es mejor que París", señala la joven francesa.
LOS NEGOCIOS ACUSAN LAS PÉRDIDAS
Las severas restricciones decretadas en enero, que han permitido a Portugal controlar la curva de expansión de la enfermedad, han castigado con dureza al sector turístico y al comercio, esperanzado en la apertura progresiva que se espera a partir del 5 de abril.
El impacto del cierre "será pésimo", declara a Efe Fernando Dias, dueño de una tienda especializada en productos tradicionales lusos que abrió en 1948.
Sus ventas se han desplomado "más del 70 %" y espera que vuelvan a subir a partir del 5 de abril, cuando fronteras, terrazas y turistas regresen a Lisboa.
"Creo que subirán, habrá más movimiento de personas, con más consumo, pero va a seguir siendo diferente", matiza.
La misma situación de desconcierto atraviesa 'Alcoa', una pastelería inaugurada en 1957 en la Baixa, en pleno centro de Lisboa, que ha reabierto recientemente.
"En el primer confinamiento estuvimos cerrados. Ahora estamos abiertos y no sabemos cómo va a ir", explica María Cadóu, empleada de 'Alcoa'.
La pastelería expone en los escaparates los dulces típicos de la gastronomía lusa, como los pasteles de nata, los flanes de sabores y el 'Niño de Pascua' hecho con chocolate, almendra y huevos.
Los extranjeros, que antes abarrotaban la tienda, eran los principales clientes del producto estrella: las almendras de colores garrapiñadas y las 'cornucopias' rellenas de crema.
COMENZAR UN NEGOCIO EN PLENA PANDEMIA
"Ha sido complicado", apunta Raquel Oliveira Velho, camarera del restaurante Bono, cerca de la estación de Cais do Sodré, y que se atrevió a abrir el pasado enero, en pleno confinamiento.
El local, especializado en comida mediterránea, ha confiado en las plataformas de comida a domicilio para mantenerse a flote.
"Esperamos volver a trabajar pronto con público" pero, de momento, "tenemos una previsión positiva" con los clientes que proporciona la página web o la publicidad.
Enero de 2021 cerró con pérdidas de en torno al 60 % para la restauración portuguesa: la mitad de los restaurantes cerraron sus puertas y solo el 26 % recurrió a los servicios de comida a domicilio, según el estudio de la Asociación de Hostelería, Restauración y Similares de Portugal (AHRESP).