Notas de un lector

Pronunciando el tiempo

Ciudad cero, además del tiempo, pronuncia también la álgida verdad de estar atravesando las deshoras de una vida que no se detiene

Publicado: 05/11/2019 ·
13:13
· Actualizado: 05/11/2019 · 13:13
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Conocí por vez primera la poesía de Javier Temprado Blanquer en  “El peligro y el sueño (La escuela poética de Albacete (2000 – 2016)”-una amplia compilación de 28 poetas que llevan tiempo forjando su obra en esta tierra castellana. “Algo ha ocurrido en estos últimos tiempos en la poesía escrita en Albacete. Un número inédito de creadores de gran coherencia y proyección han ido abriendo sus puertas a la poesía del siglo XXI en lengua española”, anotaba entonces Andrés García Cerdán ensu prefacio.

En dicho florilegio, aparecía representado un grupo heterogéneo y abundante de autores nacidos en los años 60, 70 y 80, exceptuando al benjamín del grupo, el propio Temprado Blanquer (1992).

    Desde entonces hasta ahora, su obra  ha ido creciendo de forma rigurosa y al margen de publicaciones en revistas y antologías, en 2015 vio la luz su primer libro, “Los vértices del tiempo”, en el que reunía un gratísimo puñado de poemas, con aliento a viaje y remembranza:“La memoria son fotografías/ en blanco y negro (…) Un mapa de cicatrices/ que no queremos olvidar./Como haciendo rehén del tiempo/ una piel fronteriza/ un momento de silencio/ una polifonía de rostros./ Un par de segundos/ que noquean al invierno”.

    Ahora, con “Ciudad cero” (Pre-Textos. Valencia, 2019), ha obtenido el premio de Poesía Joven de RNE. Se trata de un poemario que desde el  verso inicial derrama sin ambages su intención: “En estas palabras pronuncio el tiempo”. Y además del tiempo, pronuncia también la álgida verdad de estar atravesando las deshoras de una vida que no se detiene, que crece entre el fulgor y la ausencia, muy cerca de los recuerdos que derrotan al olvido.

“Entiendo la poesía como la capacidad de mirar”, escribió en su “Poética” el vate albaceteño. Desde esa misma condición contemplativa, estos nuevos versos se enfocan desde unasubjetivación que aproxima al lector a una realidad tangible y que torna cómplice el mensaje referido. La experiencia del yo torna intuitivo lo cotidiano y pone de relieve la materia temática que renombra sus hallazgos: “Transito con mis ojos/ estas palabras nuevas que llueven sobre mí/ donde un forman un charco que es espejo,/ del que bebo y me nutro. Surge entonces/ el poema, sin otro fin que ser,/ sin más pretexto que integrar el mundo/ del que ha sido arrancado y donde yo/ apenas puedo perfilar un eco”.

     El tono narrativo de los textos y la precisa tonalidad rítmica que los abrocha, dotan al conjunto de un discurso muy bien vertebrado, donde no tiene cabida la fragmentación o el distanciamiento de lo que acontece. Los territorios del ayer (la escuela, la casa familiar…) y los seres más queridos (el abuelo, la hermana…) trazan el mapa de lo pretérito y del mañana, Y, precisamente, en la desnuda geografía de sus fronteras, reside la mejor virtud de estecántico esenciado y emotivo: “”Aún hoy, como aquel niño que abría/ caminos con un dedo, me sorprendo/ dejando que el lenguaje/ ocupe su lugar, / que la vida entre/ tan poderosa/ por los cauces abiertos”.

     En suma, un poemario que retrata el triunfo de lo efímero, el asombro de la insatisfacción y la fe en la palabra, en su dulce cobijo, en “su misterio profundo y silencioso”.

 

 

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