“Material de contrabando” (Difácil. Valladolid, 2020) supone el tercer poemario de José Gutiérrez Román. Burgalés del 77,obtuvo el premio Adonáiscon su primera entrega, “Los pies del horizonte” (2011). A éste, seguiría en 2018, “Todo un temblor”.
Autor de obra pausada y coherente, enfrenta ahora su verso a un tiempo antiguo yrenovado. Porque los años han pasado raudos, batiendo incesantes sus alas, y al par de las antiguas huellas que ahora renombra, se postula un mañana que debe conformar la nueva semántica de sus días.
Con un verso límpido, preciso en su rítmica cadencia, el yo lírico va extrayendo fragmentos de un ayer que es reflejo fiel de un tiempo donde aún eran posibles los asombros. “Ahora tengo el doble de edad que tenía entonces”, confiesa en su poema “Centro de salud”. Y desde esa atalaya que tan solo concede la edad, su mirada tiene un fondo de mayor consistencia, de un existencialismo que conjuga el desconsuelo con la realidad más palpable: “Lo mejor que viví me fue entregado/ por otras manos hechas con olvido./ Si algo pudiese al fin salvarse, pido/ que sea lo que alguna vez he amado”.
Y lo amado, en verdad, concentra buena parte del núcleo de este volumen en una suerte de objetividad liberadora, pues la voz que derrama estos versos se copia, se rebela, se pronuncia de manera solidaria con todo aquél que ha atravesado las fronteras de la dicha o del desamparo.
Platón dejó anotado en sus “Leyes” que “es bello amar cuando la causa es la virtud. Todo amor, en general, no es bello ni laudable, si no es honesto”. Aquí y ahora, Gutiérrez Román despliega un acontecer verosímil, cargado de una estática melancolía que pespuntea los límites de la certidumbre: “Cuando éramos eternos/ y los días no parecían tener fin/ nos gustaba gastar la horas/ sentados en la calle/ charlando sobre el paso del tiempo y sus efectos./ Envejecer sólo era el argumento romántico/ de esta trama que llaman existencia”.
Dividido en tres apartados, “En este impreciso instante”, “Muertes incompletas” y “Pila de palabras”, el poemario avanza hacia un diálogo con una identidad que pretende ser plural en tanto integra escenarios, protagonistas, materiales que reclaman una variedad impar. Los ecos pretéritos se tornan esencia permanente que consolida de manera inmutable la autotrascendencia de haber crecido en lo corazonado, allí donde el verbo se hace himno celebratorio o doliente, canción apasionada o sombría: “Te has detenido para oír la voz/ humilde y seductora/ con que te habla el silencio./ Escúchalo,/ percibe su deseo de pasar/ inadvertido siendo nada/ entre la nada,/ espacio que abre en el instante/ y llega hasta su fondo/ como el agua cayendo sobre el agua/ bajo un rumor de olvido”.
Este Material de contrabando enfatiza la dicotomía entre el ciclo temporal que pasa y retorna y, a su vez, transcurre y es mudanza y es condena.
En suma, José Gutiérrez Román ha vertebrado un libro delicado y sugestivo, cuyo vitalismo reconquista y reinterpreta la consciente duración del ser humano: “Cuando regresen las palabras/ para morder tu cuerpo roto/ -si el día es claro y su luz te reclama-,/ será tiempo de amar lo que has perdido,/ abrir la casa al mar que surge/ entre las sombras de los árboles/ y dejarse marchar”.