Casi sin darnos cuenta, el 2023 cerró su puerta al mes de enero para abrir el camino de febrero, donde el Carnaval sonará arrancando sonrisas y emoción a partes iguales, donde el corazón del andaluz vibrará al sonar el himno de Blas Infante el último día del mes y donde los enamorados compartirán besos y obsequios para recordar su día. Recuerdo como una ex pareja me decía que el 14 de febrero era “un invento de los grandes comercios para vender más”, el día 15 de febrero me di cuenta que lo que realmente me quería decir era “regálame algo para el Día de los Enamorados, pero no esperes que yo te vaya a dar nada a ti”; inocencia de juventud la mía en aquellos años.
Pero supongo que, en materia de amor, cada uno tiene su mes, para mí febrero es el mes de mayo, porque es en ese mes donde me llueven los recuerdos más hermosos de mi frustrada vida sentimental. El amor es un sentimiento que engloba otras muchas acepciones al mismo tiempo. El amor es amistad, en Sudamérica el 14 de febrero es el Día de la Amistad, también significa confianza, fidelidad, ayuda, cooperación, y, por supuesto, también es compartir, sufrir o disfrutar. Los comienzos del S.XXI ha dejado una sociedad muy sexualizada, donde lo carnal y el culto al cuerpo ha superado al sentimiento, y a quien habla de amor se le mira como si fuese alguien del siglo pasado, un poco moñas y un poco friki.
Pero estamos en un momento donde el amor se ve amenazado, pues debemos estar haciendo algo mal cuando al sintonizar las noticias oímos palabras tan desagradables como violaciones, acoso, crímenes de género, etc. Y aún es más escalofriantes cuando el Gobierno de este país, es incapaz de ponerse de acuerdo para elaborar una Ley que sólo tiene que mantener encerrado a quien mancilla la palabra amor.
No soy experto en leyes ni pretendo serlo, pero, aunque el ser humano debería aprender continuamente de sus errores, me parece que hay fallos que no son tolerables. Recuerdo uno de mis primeros artículos de opinión en el desaparecido Barbate Información, cuando aún era Peter sin Pan, donde hablaba de dos jueces, uno era Baltasar Garzón y otro un indeseable que dejó en libertad a un pederasta que volvió actuar cuando salió a la calle. La negligencia de un juez, que seguro no quiso que aquello ocurriera, pero sucedió y no hay mayor error que aquel que no se puede recomponer. Debería de caerse la cara de vergüenza a políticos nacionales cuando salgan en unos meses a pedir el voto para las elecciones, pedirnos que confiemos en ellos, cuando ni siquiera han sabido elaborar una Ley para condenar a delincuentes que mancillan la palabra más hermosa de nuestro vocabulario: amor. Unos por un ego absurdo, incapaz de reconocer el error, otros por no usar todos los medios a su alcance, que eran todos los medios, para analizar, y trabajar la Ley antes de aprobarla definitivamente y los demás por ser aves carroñeras que se sientan a esperar que el Gobierno se la pegue para salir a comer las tripas.
Amor es también humanidad y responsabilidad con la sociedad, tal vez demasiado contenido para una palabra de apenas cuatro letras y que tiene a unos dirigentes que excusan sus carencias de manera continuada sin poner nada para solucionarlas.
Hoy quiero despedir esta columna, haciendo una llamada al amor, en su concepto más puro y limpio, para que todos aprendamos a amar para ser más felices y que tengamos un 14 de febrero que dure los 365 días del año.