Premio fin de Máster en Matemáticas por la Universidad de Cádiz, que valora el expediente académico y la formación, y trabajando en su tesis doctoral. Todo ello sin dejar de impartir clases en el Instituto de Enseñanza Secundaria
La Pedrera, de Chiclana y sin dejar de atender a su familia, lo normal en las mujeres que trabajan. La joven isleña, 31 años -ella da permiso para decirlo- puede hablar como docente de jóvenes en la edad más especial de sus vidas y como estudiante que sabe a estas alturas lo que cuesta conseguir algo en esta vida.
—¿La gente de Ciencias tiene un cerebro más cuadriculado y las de Letras menos? ¿No hay un estudio que demuestre diferencias? Por que la aptitud para las matemáticas es algo genético, se transmite de padres a hijos.
—–En mi caso mi padre es más de Ciencias y mi madre más de Letras, aunque mi madre al final se fue por la rama sanitaria. No sé qué responderle pero sí que yo lo tuve muy claro desde pequeña. Estaba en enseñanza Primaria cuando preguntó la profesora qué quería estudiar y le dije que quería hacer una ‘catedral’ de Matemáticas. Mi madre me explicó hasta dónde podría llegar, a ser catedrática de Matemáticas, y yo me había quedado con la mitad de la palabra. No he llegado a ser catedrática…
—Por ahora.
—–Por ahora, aunque me gustaría. Pero seguí por el camino y nunca lo dudé porque me encantaban las matemáticas. Sí que es verdad que se tiene una estructura mental distinta, la cabeza funciona de otra forma. Yo a veces veo que en mi resolución de la vida diaria, inconscientemente voy haciendo matemáticas.
—Y yo voy escribiendo artículos. Tiene que ser algo. Yo nunca las aprobé en junio, a veces ni en septiembre y a veces ni en febrero. ¿Las mujeres están más dotadas para las matemáticas que los hombres?
—–No. Yo creo que hay que encontrar ese amor o ese enganche a las matemáticas que a veces no llegamos a encontrar. Cuando se descubren, las matemáticas enganchan.
—Es verdad. Independientemente de que unas personas tiren más a las letras o a los números, se dice que cuando se tiene un buen profesor que te enseñan las matemáticas, te trincan. Y para siempre.
—–Yo creo que sí, que algo tiene que ver. Hay veces en que hay alumnos a los que les gustan las matemáticas, o cualquier otra asignatura, y no encuentran la persona, no que le enseñe bien o le enseñe mal, sino que llegue a conectar. Yo creo que cualquier persona que está en la enseñanza es porque está cualificada para enseñar esa materia y trabajar con los alumnos. El problema es llegar a conectar, que es lo difícil. Un alumno que tiene un cierto amor a una materia, si no llega a conectar con el profesor puede tener el efecto rebote. Conozco casos, y también del caso contrario, que no le guste nada y llegar a engancharse.
—Usted es profesora en el Instituto La Pedrera de Chiclana, aunque es de San Fernando, alumna de muy buenas notas, porque sacó matrícula de honor en la Compañía de María, y de padres contentos, que pensaron en que lo mismo no llegaba a construir la catedral, pero sí a conseguir la cátedra. Está en contacto con los chavales y ve a los que tiran hacia un sitio u otro porque da clases de Matemáticas a todo tipo de alumnos.
—–Sí. En Secundaria, desde primero de ESO hasta Bachillerato, aunque este curso no doy Bachillerato porque no me ha tocado en el reparto de asignaturas.
—Pero hablando primero de lo que nos ha traído aquí, le han dado un premio de Matemáticas.
—–Es el Premio Extraordinario Fin de Máster en Matemáticas. La Universidad de Cádiz concede cada curso un premio extraordinario por cada grado o máster a la persona que tiene más puntuación en la valoración del expediente académico y su formación. Yo cursé el Máster de Matemáticas en el curso 2010-2011 y la resolución del premio viene al curso siguiente y me lo han concedido.
—Ese es un paso más dentro de la carrera, del aprendizaje, porque en cualquier carrera o profesión se está aprendiendo constantemente. Lo siguiente a lo que aspira será al Doctorado.
—–Exactamente. Cuando hice el máster fue porque cambiaron el sistema para llegar al Doctorado con esto de los grados y las nuevas titulaciones. Antes se hacía el curso de Doctorado y luego la tesina y la tesis y ahora ha desaparecido, por lo que tenía que acceder al Doctorado por el máster. Era una forma de ampliar mi formación matemática a un nivel superior, un poco más especializada y a la vez multidisciplinar. ¿Por qué? Pues porque yo perseguía con el máster dos objetivos. Por un lado formarme en el mundo de la investigación, que pudiera incorporarme a la actividad investigadora de la Universidad, que de hecho, ya pertenezco a un grupo de investigación, y por otro lado me permitía adquirir una macro formación para mi docencia de las Matemáticas utilizando mejor las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Cuando yo presenté el proyecto fin de máster lo hice por la línea de investigación y eso me permitió poder iniciar el Doctorado. El año pasado presenté el proyecto de tesis y estoy en ello.
—Ya falta menos para catedrática.
—–Primero hay que ser doctora y luego que vayan convocando oposiciones de Cátedra.
—Pero con 31 años hay tiempo para llegar. ¿Los cambios normativos está volviendo loca a la gente? En su caso en la doble vertiente de estudiante y docente. Cada Gobierno viene y parece que la Educación la utiliza más como un instrumento ideológico que como lo que realmente es, una asimilación de conocimientos.
—–Yo creo que no se le da la importancia que se le deba de dar a la Educación.
—O le dan demasiada importancia política.
—–No la gestionan como deberían. Llega un partido y cambia lo que había hecho el otro y la Educación, los sistemas educativos no son algo que se pueda cambiar tan fácilmente. Los que lo sufren son los alumnos y los profesionales que se dedican a la enseñanza.
— Y además nadie cuenta con los profesionales de la enseñanza para cambiar los sistemas. ¿Cómo pueden hacerlo?
—–Eso me pregunto yo. Yo creo que para cambiar las cosas deberían estar a pie de aula y vivir el día a día, saber la problemática que tiene el alumnado, que es mucha porque es fruto de la sociedad en que se encuentra. Y preguntar y sondearnos a nosotros, porque sí que es verdad que todos los años se nos pide muchísimo papeleo, tenemos que hacer informes de todo, ¿pero realmente sirven esos informes? Cuando hablamos los compañeros decimos lo que está mal y lo que está bien, pero luego no viene reflejado en los cambios que se hacen.
—Ya que ha llegado a ese punto, me consta que tienen al profesorado entretenido con el papeleo casi tantas horas como las dedicadas a la enseñanza
—Yo creo que se está perdiendo el verdadero valor nuestro, nos están sobrecargando con burocracia olvidándose de nuestra verdadera misión, que es enseñar. Me da la impresión, con tanta burocracia, que lo que pretenden es que no nos cojamos nadie los dedos, que todo esté recogido, pero eso quita tiempo para otras cosas. La labor del profesor no es sólo el tiempo que está en la pizarra en clase; tenemos muchas horas de trabajo que la gente no sabe, aunque tenemos la fama de las vacaciones, los horarios…
—Que no son tres meses de vacaciones, es uno.
—Es uno. Y el trabajo que hacemos en casa nadie lo ve, preparar las clases, los nuevos materiales, adaptarnos a las nuevas tecnologías para poderlas utilizar… Antiguamente todo el mundo tenía que aprender lo mismo y si lo aprendía, bien y si no, pues nada. Pero actualmente la enseñanza es individualizada, tienes que saber de qué parte cada alumnos y a dónde llegar. Entonces el trabajo, si tienes treinta alumnos en una clase, o más, es como trabajar con treinta distintos. Y está por dónde va, qué problema tiene, adaptarle una actividad, o el alumno que tenga ya una adaptación específica, el que tiene la materia pendiente del curso anterior… más las problemáticas familiares. Que cada vez son más.
—Los cambios han provocado el relajamiento de la autoridad del profesor y de otros muchos valores o desvalores, que tampoco es decir que lo anterior fuera mejor que lo actual. ¿La marabunta que hay montada, tiene algo que ver con el fracaso escolar?
—El fracaso escolar es una mezcla de todo. Pero en el instituto, o en el colegio, están seis horas diarias, pero el resto están en casa. El profesor guía, pero si nadie está atento a esos alumnos, por el motivo que sea… Necesitan ese respaldo detrás, el de los padres, la familia, que no les dejen tanta libertad –y no quiero que se malinterprete el concepto, tampoco quiero que haya represión en casa- y que estén un poco encima de ellos. A mí hay alumnos que me lo han dicho, que les gustaría que estuvieran más pendientes de ellos. Además de que hoy en día se consiguen las cosas a cambio de nada, no se llega a valorar lo que es el esfuerzo y el trabajo diario, se olvidan de lo que son los deberes y los derechos.
—Es una frase que se utiliza mucho políticamente, que es que se han perdido los valores. Yo la utilizo en el sentido de que no se valoran las cosas.
—Hoy en día, los niños y a veces también los mayores no llegan a valorar lo que cuesta conseguir algo, pero porque lo obtienen fácilmente.
—Una vida demasiado regalada. Pero si los padres han sido educados también con una vida regalada, tendremos que irnos a una generación anterior que ha educado mal a esos padres.
—–Yo no veo que mis padres me hayan educado mal. Ni veo en mis compañeros de carrera lo que veo en los que vienen detrás, aunque siempre nos parezca que nuestra época es la mejor. Esto ha venido después. Puede que sea por la incorporación de la mujer al mundo labor, que yo no estoy en contra, pero trabajan el padre y la madre y el niño está más tiempo solo, o se descarga la atención por otras cosas… Puede que sea por eso, o puede que no, porque yo soy madre y procuro atender a mi hija sacando tiempo de donde no lo hay. Lo que pasa es que estamos en una sociedad muy acomodada, las nuevas tecnologías nos han dado más comodidad y cada vez queremos hacer menos. Y cuando hablo de la incorporación de la mujer al mundo laboral me refiero a que ha repercutido en la organización familiar, no directamente en la educación de los hijos.
—Un cúmulo de circunstancias. Del futuro de la juventud no quiero ni hablar. Se nos están yendo los mayores talentos y cuando queramos darnos cuenta veremos que el país no se puede levantar sin ese capital humano. ¿Pero hay futuro? Se lo pregunto en su doble vertiente de estudiante y profesora.
—Futuro hay. Yo trabajo diariamente con los jóvenes y si no viera ese futuro, para qué iba a trabajar. Pero hay que luchar por mantener lo bueno y por recuperar lo que no es tan bueno. Pero no podemos hacerlo solos. El cambio necesita de todos. Yo insisto mucho en la familia porque los profesores pasan mucho tiempo con los alumnos y pueden detectar problemas que no se detectan en casa, pero la base, el día a día, está en casa y si los padres te llegan diciendo que no pueden con su hijos, si ellos no pueden que pasan más horas con ellos, cómo lo voy a solucionar yo que no controlo lo que pasa en su casa. Futuro hay, pero hay que luchar por él.
—Todos.
—Todos tenemos que luchar por él.
—Pues usted siga luchando por hacer la ‘catedral’, que no le faltará un político en la inauguración, y nosotros nos sentimos muy orgullosos de tener a jóvenes como usted, de que haya ganado ese premio y del optimismo que destila
—Es verdad que me gusta mucho mi trabajo y día a día aprendo de los alumnos. No sólo ellos de mí. Me llenan de vida y es un orgullo encontrarme con un alumno y que se acuerde de mí, me tenga cariño… porque a pesar de que tenga 31 años, tengo antiguos alumnos. Son ya ocho años en la enseñanza. Y que me diga que gracias a mí está estudiando matemáticas porque me enganchaste a las matemáticas o que estén estudiando lo que sea. Y son muchos alumnos los que me encuentro y están estudiando. Por eso digo que hay futuro. Lo que pasa es que cada uno tiene que despertar en un momento.
—Algunos desesperan a cualquiera, pero vamos. ¿La tratan bien en Chiclana? Porque allí dicen que de La Isla, ni el viento.
—Me tratan muy bien.
—Yo creo que es más de boquilla que otra cosa. En realidad nos queremos.