Un médico de familia, entonces médico de cabecera que es como lo conocía la sociedad, accedió a entrar en la política municipal bajo las siglas del partido en el Gobierno central a cambio de que le concedieran una subvención de cien millones de pesetas para construir una residencia de ancianos.
No se trata de un caso tan en boga del listo de turno que se mete en política para enriquecerse con un lucrativo negocio, sino el de una persona normal y corriente que vio la oportunidad, después de meditarlo, de sacar de la política un beneficio “para la sociedad, porque si hubiera sido para mí sería un sinvergüenza”.
Este mes de julio –el día 8, aunque los residentes entraron el 2 de octubre- hará veinticinco años que la Residencia de Ancianos de la Cruz Roja comenzó a funcionar en los terrenos de la Magdalena, donde sigue estando.
Veinticinco años que Jesús Martín Almeida y los responsables de la Cruz Roja en San Fernando vieron cumplido el sueño con esos primeros cien millones, otros veinte que aportó la Capitanía General de la Zona Marítima del Estrecho de entonces, alguna que otra aportación más y lo que puso la Asamblea General de la Cruz Roja.
Este periódico ha podido entrevistar esta semana, a modo de previa de lo que pasará el mes que viene, a tres trabajadoras de la Residencia de Ancianos de la Cruz Roja de San Fernando que entraron cuando se abrió y siguen estado allí. Dos de ellas como voluntarias antes de ser trabajadoras del centro y una tercera directamente como trabajadora.
Charo, Rosa y Paqui
Charo fue voluntaria durante varios meses en aquellos primeros tiempos en los que las cosas “eran muy duras. Los residentes aportaban el 85 por ciento de su pensión y había algunas plazas del Ayuntamiento”, pero eso no bastaba para sostener el centro que empezó a ver la luz cuando llegaron las concertaciones.
Rosa, quien también entró como voluntaria, recuerda que se vivieron momentos buenos y momentos malos, aunque fueron momentos duros al principio, “pero estoy muy contenta de mis veinticinco años aquí”.
Y es que no es sólo trabajo. Es convivencia con personas que por su edad no van a estar mucho tiempo pero que marcan “y yo recuerdo a muchos residentes de muchísimos años atrás. Y el vínculo es muy fuerte, ellos están en su casa, pasamos muchas horas juntos, la atención es directa. Hay un cariño mutuo y se aprende mucho de ellos”, a pesar de que cada uno es de su padre y de su madre.
Eso hace que también se recuerden por su mal genio, o por su buen genio, que se cataloguen en el cerebro, que formen parte de la memoria de los que trabajan allí.
Paqui, sin embargo, entró directamente como trabajadora social. Su primer trabajo tras terminar los estudios fue en la Residencia de Ancianos de la Cruz Roja, por lo que “he crecido personal y laboralmente aquí porque entré con poca edad, que para ellos (los residentes) fue un poquito chocante para aquellas fechas, y me veían como a una niña, sin experiencia laboral ninguna en el sector de mayores. Y aquí sigo”.
Cuando se llega a un centro de trabajo de ese tipo –y lo han contado a este periódico varias personas que han tenido que pasar por lo mismo- lo primero que encuentran es rechazo por parte de los residentes –“para empezar, te comparan con la antigua”- hasta que comienza a florecer la confianza. Y una vez que llega, ya no se pierde hasta que ocurre lo inevitable.
Muchos cambios
En estos veinticinco años han cambiado muchas cosas, desde el perfil de los residentes hasta la forma de tratarlos. El centro estaba pensado para personas que se podían valer por si mismas, que entraban y salían y las nuevas necesidades han ido obligando a cambiar y adaptarse a la demanda. Una demanda de un servicio que permita tener a los ancianos viviendo en la residencia, propio de una sociedad en la que el trabajo ha roto los moldes de las antiguas familias del abuelo en casa y familiar dedicado a su cuidado.
“Ha cambiado el perfil y ha cambiado el centro en infraestructuras y en instalaciones y lo ha hecho para mejor. Es un centro con mucha vida por el que han pasado mil treinta y algo residentes distintos. Y todos de su padre y de su madre igual que somos nosotros”, dice Paqui.
Antonio Montero es el director de la Residencia de Ancianos de la Cruz Roja y el que ha reconducido una situación que hace un par de años fue tan conflictiva como para poner en peligro la continuidad del centro. Lejos de ese futuro “negro, tanto para residentes como para trabajadores”, ahora se cuenta con una residencia totalmente remodelada a falta de renovar toda la instalación de climatización y se trabaja en una mayor profesionalización del personal laboral.
La sistematización
Todos los trabajadores a lo largo de los años han aprendido de sus compañeros, como reconocían las tres trabajadoras que hablaron con este medio, pero “ahora hay que sistematizar el trabajo para que independientemente de la persona que haga el trabajo, el trabajo se haga exactamente igual independientemente del trabajador que sea”.
Además y como decía la trabajadora social, los residentes ya no demandan sólo un techo y comida, sino actividades, mantenerse activos y para ello existen las terapias ocupacionales que tienen un notable éxito.
Pero las cosas dan vueltas y lo mismo que la residencia comenzó con una demanda de personas con plena movilidad que iban y venían a sus casas, ahora la demanda se duplica en las dos vertientes hasta el punto de que el mes que viene, “posiblemente coincidiendo con el 8 de julio” cuando se cumplen los veinticinco años, se inaugure una unidad de estancia diurna para que el usuario haga su vida allí pero regrese a su casa a dormir.
De esta forma se cumple el doble objetivo de que el anciano se beneficie de los programas ocupacionales del centro y que sus hijos mantengan su actividad laboral con normalidad sin perder en ningún momento ese estatus de vivir amparados por la familia. Tanto los padres por los hijos como los hijos por los padres.
Pero como se decía, la Residencia tiene que adaptarse a criterios de profesionalidad y mucho más a criterios de sostenibilidad económica que exigen las condiciones actuales. Han bajado los conciertos con las administraciones, es necesario a veces someterse a regulaciones de empleo temporales, interrumpidas o mediante reducción de horario y no quita que se trate de una residencia de la Organización No Gubernamental con optimizar los recursos y regirse por criterios de racionalidad administrativa. Esa es la tónica de todos los establecimientos de este tipo, públicos o privados, que se espera que vaya cambiando poco a poco.
Sólo faltan seis plazas para llegar al 85%
Como Organización No Gubernamental, la Cruz Roja Española destina cualquier beneficio o ayuda a invertir en mejoras de sus instalaciones o a ayudar a los colectivos más vulnerables, fiel a sus fundamentos que han pasado a la historia colectiva de los españoles a lo largo de los muchos años en que gozó de un estatus especial y que mantiene con la nueve reglamentación del sector.
“Dentro de este edificio está la Asamblea Local de la Cruz Roja y a esta residencia vienen todos los días personas a recoger alimentos, porque tenemos un programa de ayuda y estamos para ello. Ahí es donde aparece Cruz Roja, pero eso no está en contra de que tenemos que hacer un trabajo profesional y sistematizado, que se pueda evaluar. De hecho, estamos trabajando para poder conseguir el certificado de calidad de la Consejería de Bienestar y Salud de la Junta de Andalucía. Vamos a ser la primera residencia que se va a acreditar, por el manual de estándares se ha publicado hace unos días”, dice Antonio Montero.
Está también la espera a que la Junta de Andalucía cumpla con lo prometido al sector. Esto es, que a 30 de junio estén concertadas el 85 por ciento de las plazas de cada residencia, algo que todavía no se cumple pero en lo que se está avanzando y que no sólo supone beneficios para los futuros residentes sino para el personal, porque los ajustes de horarios son consecuencia directa de la reducción de residentes por las contingencias actuales.
“Estamos en camino de cumplir con ese 85 por ciento porque desde el mes de julio de 2012, cada vez que había una baja no se cubría y no cubría y no comenzaron a cubrirse hasta marzo o abril de este año”.En ese periodo de tiempo se ha visto una evolución positiva hasta el punto de que “sólo nos faltan seis para llegar al porcentaje prometido”. Y con eso se hacen los presupuestos.