La Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes clausuró este viernes el curso 2014-15 con una conferencia sobre la figura y la obra de Santiago Ramón y Cajal, que estuvo a cargo del catedrático de Histología e Hijo Predilecto de San Fernando, Antonio Campos Muñoz.
Antes, sin embargo y tras la apertura de la sesión que contó con la presencia de la flamante alcaldesa de la ciudad, Patricia Cavada Montañés, tuvo lugar la lectura del fallo del cuadragésimo primer Concurso de Cuentos Puente Zuazo, uno de los clásicos del panorama en lengua española como lo demuestra la gran cantidad de participantes, tanto españoles como hispanoamericanos. Y eso que la cuantía del premio es de sólo 600 euros, lo que mide a la perfección el valor de poseerlo.
Con la presencia en el escenario del presidente del jurado, Daniel Heredia; del secretario que dio lectura al acta, Eduardo Formanti Llorens y del vocal Juan Manuel Sáinz Peña, el sobre pasó al presidente de la Academia, José Carlos Fernández Moreno quien cedió el honor a la alcaldesa.
El ganador de esta edición fue el escritor sanrroqueño Alberto Puyana con el relato La suerte intercambiada, ambientado en los bombardeos alemanes sobre Londres en la Segunda Guerra Mundial.
Una vez que el ganador no se encontraba en la sala, el encargado de leerlo fue el escritor jerezano Sáinz Peña, antes de que la secretario de la Academia diera paso al conferenciante que clausuraba el curso.
A Antonio Campos se le notaba a la legua que es un admirador de Santiago Ramón y Cajal y él mismo lo reconoció, aunque no hiciera falta. Habló de la universalidad de sus descubrimientos y de su figura como científico y enmarcó su obra escrita entre las grandes obras de todos los tiempos por su carácter aperturista, de abrir puertas a otros conocimientos.
También habló de su filosofía de vida, de su constancia y de su sencillez; de su concepto ferviente y crítico de lo que significa patria y de la seguridad de sus convicciones. Sobre todo de quién era él y cuál era su cometido. Además de su ejemplaridad social que siempre se encargó de convertir en hechos.