San Fernando

Casería, entre el populismo inmisericorde y una estrategia tan equivocada como cínica

Lo importante es salvar los dos negocios de hostelería que son los que crean puestos de trabajo y tienen argumentario que poner sobre la mesa.

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
  • Casería de Ossio.

Que la oposición municipal practique el populismo con todos los condimentos entra dentro de la lógica, que tiempo tendrá si alguna vez gobierna de distinguir entre hacer ruido y acertarle al pavo.

De un Gobierno municipal se espera más seriedad, aunque a estas alturas ya se han retratado todos, gobierno y oposición, sobre las soluciones que ofrecen a un problema cuya resolución no pasa precisamente por fuegos de artificio sino por poner los pies en la tierra y más concretamente, en la del Dominio Público Marítimo-Terrestre.

La última ocurrencia es la de declarar de “interés general” la zona de la Casería de Ossio, lo que no está mal pensado si no fuera por un detalle casi sin importancia: que uno de los informes vinculantes tiene que llegar precisamente del Ministerio para la Transición Ecológica del que depende la Demarcación de Costas que ha puesto en marcha los expedientes de desocupación del DPMT.

Pero no queda ahí la torpeza de quienes a este paso, lejos de conseguir algo, van a terminar provocando que ni siquiera se salve lo salvable, por mucho o poco tiempo, que realmente solucione no un problema, sino dos.

A estas alturas, cuando se sabe que Costas que tiene la Ley (de Costas) de su parte no va a entrar en la mesa camilla que propone la alcaldesa y que al parecer de una u otra forma secunda la oposición, la única opción medianamente inteligente no es lanzar una propuesta que todos ellos -gobierno y oposición, donde hay además licenciados en Derecho y hasta abogados- saben que no va a pasar de un Pleno municipal para contentar e incluso engañar a la gente de la Casería.

Se pongan como se pongan quienes defienden las casetas de la Casería que ya no son de pescadores sino de todo, la verdad tiene que imperar y las posibilidades de pedirlo todo puede dar al traste con la posibilidad de conseguir lo principal y solucionar el problema de los pescadores, que no es precisamente quedarse sin arrabal de chabolas con techos de lata coloreados para que la gente se haga fotos y de vez en cuando se grabe un trocito de película.

Hablando en claro, aquello no es ni idiosincrasia de La Isla ni paraje de interés general. Aquello son chabolas que por el lugar en que están no cuentan con los servicios mínimos que se exigen a cualquier equipamiento medianamente decente. O dicho de otra forma, es un monumento a la miseria, a la pobreza y a la degradación del medio ambiente. Eso es lo que hay que arreglar y a los pescadores legales que hay allí, si les construyen otras en suelo municipal y con todas las garantías, les habrá visitado el mismísimo Espíritu Santo.

Luego viene la estrategia equivocada en la propuesta del Gobierno municipal. En ninguna cabeza cabe -con dos dedos de frente, salvo que sea la de un político sin más salidas que una ocurrencia- que el Gobierno de la Junta de Andalucía o de España va a entrar por considerar un lugar de “interés general” ese monumento a una época de penurias. 

Se está poniendo sobre la mesa salvar un mamotreto que no hay por donde cogerlo, en vez de desvincular los dos cabos de la cuerda y tratarlos por separado como ya apuntaban los ecologistas y lo hacía este periódico cuando todo el mundo estaba subido al barco de Chanquete.

Lo importante en la Casería es salvar los dos negocios de hostelería que son los que crean puestos de trabajo y -sobre todo- tienen argumentario que poner sobre la mesa de Costas y de los gobiernos central y autonómico. Existen antecedentes cercanos en el tiempo de concesiones en el DPMT como el restaurante A Poniente y el de la Loma del Puerco, pero si se va a Costas a exigirle conservar unas casetas que no deberían de existir en estos tiempos, lo que hace es poner en peligro la solución para el Bartolo y La Corchuela.

Más le valdría a los políticos dejar las ocurrencias a un lado, sentarse ellos a analizar realmente el problema, ver qué posibilidades hay de salvar lo salvable y centrarse en lo realmente posible antes que en lo seguro improbable.

Presenten ese proyecto para la Casería en el que participe el Ayuntamiento, con una solución a los pescadores y solicitando una solución para los hosteleros. Y aguanten las presiones, que van en el cargo y las elecciones son dentro de casi tres años. 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN