Un enorme almacén de anticuario en Alcalá de Guadaíra (Sevilla) guarda uno de los tesoros de la Expo 92, decenas de figuras de Curro, la mascota de la Exposición Universal que, en forma de balancín activado con monedas de 100 pesetas, se repartían por todo el recinto.
Se trata de “Romano antigüedades”, un lugar con 40 años de historia situado junto a la A-92, donde se puede encontrar casi cualquier objeto más o menos antiguo, y que en uno de sus rincones todavía guarda un centenar de los más de 400 curros que se repartían por el recinto de La Cartuja de Sevilla, dispuestos para la venta o alquiler, según sean reclamados para ello.
Alejandro Rico es portavoz de la empresa y pertenece a su segunda generación, y recuerda que fue su padre el que accedió a la subasta de muchas de las cosas que se ofertaron al cerrar la Expo, para llevar a su almacén a más de 400, todos ellos funcionando en su balancín, además de otras reliquias, como las matrículas que se colocaban en los coches oficiales para entrar al recinto o las botellas de refrescos que acotaban el paso del desfile callejero de cada tarde.
Con todo, reconoce que “es algo que atrae mucha atención, e incluso ternura”, con la premisa de que, en ocasiones, hay padres que llevan a los niños a ver las mascotas, “y la verdad es que los niños no suelen prestarle mucha atención, pero para los padres es algo muy nostálgico, por lo que la Expo supuso para ellos”.
Y es que Curro es algo más que una simple mascota, desde que su diseño resultarse ganador en el concurso organizado por la Sociedad Estatal, adjudicado al alemán Heinz Edelmann, también autor del film ‘El submarino amarillo’, que concentró en su pico y cresta los colores del arcoíris”, tras imponerse a otros 23 diseños, entre ellos los de Miguel Calatayud y Antonio Mingote.
Su complicado diseño, al que no le faltaban patas de elefante, tuvo algo muy sencillo, como fue elegir el nombre, que fue tan fácil para el autor como escoger el del diminutivo de su perro, ‘Francis’, y así se presentó oficialmente el 14 de marzo de 1989 en Madrid y el 22 de abril de ese mismo año en la Plaza de España de Sevilla.
Ahora, por poco más de 300 euros, cualquier persona puede ir a este almacén y llevarse un Curro a casa, o bien alquilarlo, “porque muchas de las personas que acuden a nosotros lo quieren para una boda o algún tipo de evento”, e incluso alguna cita retro en el que la mascota de la Expo es toda una protagonista.
Incluso, todas las máquinas en las que se apoya se pueden poner en funcionamiento, sin necesidad de usar una moneda de “veinte duros” para ello, y hasta, con un poco de maña, los muñecos se pueden restaurar y dejarlos en perfecto estado, porque, al fin y al cabo, están guardados en el exterior del recinto, y el viento y la lluvia les vienen restando algo de brillo en los últimos 30 años.
Alejandro, que tenía nueve años cuando se inauguró la Expo, y asegura no recordar cómo estaban distribuidas las mascotas por el recinto, aunque su memoria es refrescada rápidamente por los visitantes a su almacén, en muchas ocasiones turistas ocasionales o representantes de productoras de cine que buscan objetos concretos para sus rodajes.
En su casa no falta de nada, hasta dinosaurios casi a tamaño real, comprados tras cerrar ‘Cartuja 93’, pero los curros atraen las miradas de todo aquel que llega, vaya a buscarlos o no, señal de la huella que esta mascota dejó en los visitantes de la Expo hace ahora 30 años.