Juan Miguel Vega ha anunciado oficialmente la Semana Santa de la capital hispalense con un pregón con el que ha saldado su “deuda de amor” por Sevilla en el que ha recorrido, con anécdotas y mirando a cofrades como él, una oda a la tradición pero también a la religiosidad popular que representan una hermandades que transmiten un mensaje varias veces repetido por el pregonero: Dios es amor.
Vega ha partido de sus propias vivencias para recorrer una Semana Santa, la de Sevilla, que se empieza a “amar sin comprenderla” pero que tiene sus raíces en la tradición, en la familia pero también en la fe, y se ha movido entre la anécdota curiosa y simpática, entre la guasa sevillana que ha conseguido elevar a protagonista al taxista ateo pero cofrade y la reivindicación de la espiritualidad de una forma de vivir la Pasión de Cristo que ahora ha sido reconocida.
Porque Juanmi Vega ha tenido muy claro desde el principio que, si bien ha atraído al cofrade de a pie para vivir y revivir cada momento, esos que dejan atrás la infancia y que “te dolerá que no se repitan las escenas del niño que fuiste”, que la esencia de la Semana Santa de Sevilla es su “patrimonio espiritual”, esa piedad popular que le da sentido, que no es otro que el mensaje de que Dios deja de ser el “innombrable” y es ahora “amor”.
Y ha invitado a los cofrades a vivir esa religiosidad. “Una Semana Santa sin Dios es una performance vacía (...). Cofrades de Sevilla: Tened esa personalidad. No lo neguéis, como Pedro. No sois menos que nadie. Decidlo abiertamente. Sin complejos. Sí, creo en Dios. ¿Qué pasa?”, decía desafiante..
Juanmi Vega se ha apoyado en sus padres y en sus hijos para ir recorriendo las hermandades de su pasado pero también las de su presente, desde Triana a San Bernardo, pasando por esas Conchitas que “todos tenemos” y que son las que “nos han enseñado a conocer y amar” la Semana Santa de Sevilla. Pero también se ha apoyado en su mujer para demostrar que “no se trata de casualidad sino de causalidad” porque la Virgen de la Macarena está siempre con ellos como lo estuvo con su suegro en sus últimos momentos.
“Nada es fruto del azar”, decía para poner de ejemplo la espera cada año en la Plaza de San Lorenzo pero también dio gracias al Gran Poder por virarse hacia los tendederos de Los Pajaritos para recordarles que estará con ellos “todos los días hasta la consumación”, porque “cuando ya no esperes nada, encontrarás su mano”.
La religiosidad que Juanmi Vega dejaba latente en su pregón la iba entrelazando con divertidas anécdotas, con humor, con guasa sevillana, con la retranca nada dual que tiene Sevilla, porque “no hay dos Sevilla, hay muchas, tantas como sevillanos”, que son los que nutren a las hermandades. Y se acordó del Tremendo y de Silvio y de la saeta de Peregil; reivindicó a los costaleros, más a los de antes que a los de ahora, a los que llamó “proletarios de la devoción”, la esencia del cofrade anónimo; y rememoró los 25 años de la iglesia del Valle como sede de Los Gitanos, pero también a los armaos de la Macarena y a sus primeras retransmisiones en la radio, a ese “gracias” que le dio una mujer en la Campana…
Vega también reivindicó el papel de las hermandades de vísperas: “Benditas sean las cofradías de vísperas, que vinieron para recuperar a tantos hijos pródigos de Sevilla; hijos pródigos, que lo eran no porque hubieran abandonado su casa, sino porque nunca los habían dejado entrar en ella”. Y tuvo un momento especial con los “niños y niñas eternos”, de Autismo Sevilla o el Centro de Estimulación Precoz del Buen Fin… “sólo por ellos merece la pena montarlo todo”.
En esa Sevilla “poliédrica e inabarcable” que describía el periodista tuvo su momento de gloria la Canina, “saco de huesos, te duele que seas la gran derrotada”, le decía a una figura que muchos no quieren mirar a la cara. “Sí, lo sé, no “semos” nada. Y tú llegando al Ocaso. No hay quien evite el repaso de tu afilada guadaña la mejor que hay en España por aguda y astifina. Tu bajío nos fulmina mas… te llevamos muy dentro. Ven y sal a nuestro encuentro, no nos das miedo, Canina”, lo que levantaba el aplauso cómplice de todos los presentes.
Vega también realizó una oda a esa Sevilla que alberga una Semana Santa única. “Y además, eres Invicta así que sobran tapujos: Para mí eres lo más grande y aquí se acaba el asunto. Que sí, hombre, que habrá otras por ahí que valgan mucho Pero como tú, Sevilla. No hay nada igual en el mundo".
“Gritarlo quiere la boca/En el reloj gira loca/la impaciente manecilla/Ahora ya no lo soñamos /Llegó al fin lo que esperamos: /la gloria, la maravilla /del cielo azul de Sevilla/en un Domingo de Ramos./He dicho”, concluía el pregonero para anunciar la Semana Santa que en apenas siete días comenzará a vivirse.