Trabajar de butanero en estado de alarma permite recopilar anécdotas por toda la geografía española
Trabajar de butanero en estado de alarma permite recopilar anécdotas por toda la geografía española como la del repartidor granadino que entrega con la bombona una mascarilla confeccionada por su madre o el de Zamora al que le dejan el dinero a la puerta de casa en un sobre por el miedo al coronavirus.
La suya es una de las profesiones al alza en tiempos de la COVID-19, de esas que están siempre ahí pero no se valoran hasta que se dan situaciones como la actual, y eso lo notan repartidores como Camilo Marcos, que carga con las características bombonas naranjas de 12,5 kilos en la provincia de Zamora.
"Cada día que pasa se percibe más miedo, el 80 por ciento de los clientes te dan el dinero en bandejas o te lo dejan fuera en un sobrecito, no tienes ni que verles la cara", ha admitido a EFE este repartidor que lleva el gas a municipios con población envejecida, en los que preocupa especialmente un posible brote de la pandemia.
Esa preocupación la comparte en la Sierra Norte de Granada Ángeles Vigil, que está al frente de un punto de distribución de butano y gasoil con base en Castril y antes tuvo un taller de confección, por lo que aprovechó las telas y gomas que le sobraban para hacer mascarillas en su tiempo libre.
Involucró en la iniciativa a más vecinos del pueblo y aprovechó su red comercial para, con ayuda de su hijo y otra decena de repartidores de butano, distribuirlas gratuitamente por los pueblos de la zona a la vez que entregaban las bombonas.
De esa forma, se ha pasado buena parte del mes de marzo tomando nota de los pedidos y gestionando la empresa por el día y sacando tiempo por las noches para confeccionar las mascarillas, "cien diarias, terminara a las doce o a la una", ha relatado a Efe.
Las medidas para evitar contagios de COVID-19 se han implementado en el reparto del butano a medida que se ha expandido el virus. Al principio tuvieron dificultades para conseguir mascarillas pero desde hace semanas a los butaneros no les falta ese elemento protector junto a los guantes y el gel hidroalcohólico.
El distribuidor en las provincias de Valladolid y Zamora Jaime Fontanillo, que ha dotado a sus trabajadores incluso de pantallas protectoras por encima de las mascarillas, ha detallado que todos los días, al inicio del reparto y al regreso, rocían todas las botellas con una solución desinfectante.
Eso y su insistencia en recordar las medidas preventivas ha evitado hasta el momento casos de la enfermedad entre sus dieciséis repartidores, pese a que desde el inicio del confinamiento han visto incrementado su trabajo.
Ese aumento es consecuencia directa de la reclusión obligatoria en casa, que hace que se utilice más el agua caliente para la ducha y el lavado de manos, se de un mayor uso a las cocinas de fuego a gas y, cuando hace frío, se enciendan más las estufas y la calefacción.
La compañía Repsol, líder en butano con un 70 por ciento de cuota de mercado, ha puesto cifras a ese repunte: en marzo se incrementó la demanda de butano un 26 por ciento respecto al mismo mes de 2019, pese a que este año ha sido más cálido.
Cuatro de cada cinco bombonas naranjas se entregan directamente en el domicilio, una tendencia que ha aumentado con el confinamiento.
Aunque las gasolineras siguen abiertas, la gente prefiere que se las lleven a casa, máxime cuando la bombona tradicional tiene un precio fijo de 13,37 euros, independientemente de donde se adquiera.
Para el reparto, Repsol, que vende cincuenta millones de bombonas al año, cuenta con una red capilar de 200 agencias distribuidoras y 1.800 repartidores que le permite llegar al último rincón de la España peninsular y de Baleares.
Esta compañía ha constatado que los consumidores ahora agradecen más el esfuerzo de que se les lleven la energía a casa y algunos dan propina cuando antes no lo hacían, otros dejan con la bombona un dibujo o un mensaje infantil de gratitud y hay quien incluso llega a ofrecer un trozo de bizcocho al butanero.
Han recopilado también anécdotas que les ruborizan, como cuando les llaman héroes, y otras que dulcifican su trabajo cuando, a modo de agradecimiento y paronomasia, les han regalado una caja de bombones por llevarles la bombona a casa.