El Gobierno de Pedro Sánchez es, en realidad, una compañía de variedades que mantiene entretenido al personal mientras tipos serios y encorbatados como Urkullu o racistas y descamisados como Torra
desguazan el Estado gracias a la generosidad del presidente, o la vicepresidenta del tirano Nicolás Maduro viola los vetos europeos y
se pasea por Barajas como si lo hiciera por su casa sin que nadie en el Ejecutivo dimita después de contar qué demonios ha venido a hacer a España y qué papel desempeñó Ábalos.
El ministro (de qué) astroanuta, Pedro Duque, ha grabado un vídeo en el que responde a una pregunta que le lanzaron desde un programa de televisión sobre si se podría mover un satélite en el espacio atado a una cuerda desde la Tierra. Fue trending topic en Twitter durante horas y merecedor de adjetivos amables en piezas firmadas (¡firmadas!) en prensa seria.
A Duque no se le conoce mérito político alguno. Su balance de gestión en la anterior legislatura cabe en el reverso del post-it donde Adriana Lastra podría imprimir su currículum.
También están la ministras de Exteriores, que básicamente es
conocida por reñir a la prensa, y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que se dedica a mantener al personal estupefacto con
incendiarias y descacharrantes declaraciones.
Pero
la palma se la lleva Irene Montero, de Unidas Podemos, que ha compartido un vídeo (no tenía por qué haberse molestado) de siete interminables minutos en el que los compañeros de trabajo (personal eventual que pagamos entre todos) le dan una sorpresa por su 32 cumpleaños.
Corretean por los pasillos del ministerio, lamentan, jo, que llevan ya tres reuniones y que le quedan cinco más (“moriré de forma prematura”, asegura una chica que no parece demasiado atareada) y luego le hacen soplar una tarta que, dicho sea de paso, tampoco tiene buena pinta. Entre medias, Irene Montero
exhibe todo el rato a su bebé sin aclarar qué hace allí toda la mañana. Resulta
inquietante. Frívolo e infantiloide. Pero también es efectivo.
El Gobierno de PSOE y Pablo Iglesias tienen claro que,
entre información y entretenimiento, la mayoría prefiere refresco de cola grande y palomitas, claro. Y ellos dan espectáculo. Del bueno. Tuits con muchos iconos. Buen rollo. Y mucho celo en que lo importante no cale, que evitemos hacernos la pregunta del millón:
¿a qué se dedica realmente este Gobierno?
Los condenados por el golpe de Estado catalán disfrutan de un
régimen de semilibertad y tanto Cataluña como País Vasco se han garantizado
más autogobierno con su correspondiente financiación;
Venezuela saca pecho y agradece a Pedro Sánchez su apoyo internacional;
el campo se la juega en Bruselas justo en el momento en que España ha quedado relegada en el ámbito de la Unión Europea porque ni Alemania ni Francia se fían un pelo. Ni lo importante ni lo urgente están en la agenda del Ejecutivo.
En el Congreso, tras la eutanasia se abre el debate sobre la libertad sexual. Y luego pasa que gente informada y documentada se sorprende de que nos demos de bruces con crisis como la de Airbus. Normal.
Esto se ha convertido en un circo de tres pistas. De cada uno depende ser o no mero espectador.