No denuncien a Willy Toledo, por el amor de Dios

Publicado: 29/02/2020
Autor

Daniel Barea

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Cada denuncia contra lo que vomita en redes sociales y la inevitable absolución le da aire a quien solo vive de su capacidad de alterar el pulso al personal
Nadie se acordará de los trabajos de Willy Toledo cuando haya muerto. Ni de los de César Strawberry. Sus carreras profesionales son absolutamente prescindibles. No quedarán para la posteridad. Tienen fecha de caducidad. De hecho, ya ofrecen un aspecto feo, de rebanada de pan de molde olvidada al fondo del armario. Un par de comedias sin gracia y unos discos con música ruidosa. Es todo. Nada más. Gracias.

Negados para alcanzar la excelencia artística (por cuestiones genéticas, de formación o por lo que sea que determina la mediocridad), su participación en la industria del entretenimiento es discreta. De hecho, ambos sobreviven en este competitivo ecosistema gracias a su capacidad, por decirlo de alguna manera, para alterarle el pulso al personal con berridos en Facebook y Twitter. No debe ser fácil hacer una revolución. Y tanto Willy como César la hacen como pueden.

El problema es que alguien siempre pica el anzuelo. Se ofende. Se indigna. Prepara una denuncia. La hace pública y ambos personajes sonríen siniestramente y sin sonrojo porque saben que eso es oxígeno para afrontar un porvenir que, sin el protagonismo que le dan, sería asfixiante. Una vez que el juzgado dice que los dos tienen todo el derecho del mundo a decir tonterías, amparándose en la libertad de expresión (también de expresar tonterías, insisto), la indignación crece y Willy y César se ríen, esta vez, a mandíbula batiente porque ganan tiempo en la tele, tuits de apoyos (hay gente para todo) y espacio físico en los periódicos (papel y digital).

Apuesto (con permiso del ministro Garzón) lo que sea a que la mayor parte de las referencias a ambos en cualquier medio en el último año tiene que ver con lo que vomitan en las redes sociales. Ya saben. Willy Toledo dejó por escrito, el 12 de octubre, que se cagaba en la Virgen del Pilar, la fiesta nacional, la Monarquía y, para que quedara claro que odia al mundo en general, “en todo lo que se menea”. César Strawberry es autor de tuits tan edificantes como “El fascismo sin complejos de Esperanza Aguirre me hace añorar hasta los Grapo”, “Ya casi es el cumpleaños del Rey ¡Qué emoción! (le voy a regalar) un roscón-bomba”, “Street Fighter, edición post ETA: Ortega Lara versus Eduardo Madina” o “A Ortega Lara habría que secuestrarle ahora”.

Las sentencias absolutorias dicen, sin entrar en muchos detalles, que tanto uno como otro hace este tipo de alusiones con un tono irónico que no es punible. A Willy Toledo, el magistrado solo le imputa mala educación y el uso de un lenguaje soez. Que lo mismo los Abogados Cristianos que denunciaron al actor plantean ahora la reforma del Código Penal para que tipifique ser desagradable como delito. A saber. Dudo, pero quizá lo más recomendable sea no seguir en Twitter y en Facebook a estos tipos. O sea, hacer exactamente lo mismo con sus redes que cuando estrenan montaje teatral o dan un concierto, ignorarlos. A no ser, claro, que la tensión convenga también a los denunciantes... Eso es otra historia.

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