Publicidad Ai
Publicidad Ai

Torremolinos

Los molinos, padres de Torremolinos (1)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Son muchos los lectores interesados en saber algo de los antiguos molinos que, con la familiar Torre, originaron el topónimo de Torremolinos. Se preguntan qué fue de ellos, cuántos eran, dónde se ubicaban, cómo y desde cuando funcionaban… A cuantos lectores se interesan, les remitimos a la completísima obra del insigne cronista Juan José Palop, "Los molinos de Torremolinos", de la que pocos años atrás lanzó el Ayuntamiento una reedición. Exceptuando el popular molino de Inca, enclavado en el Jardín Botánico, junto a los manantiales, el resto de los viejos molinos -de los que algunos conservan su estructura inmobiliaria destinada a otros usos- son los grandes ignorados, no ya de los foráneos, sino de los propios torremolinenses. Nuevamente avivamos el recuerdo de aquellos Molinos de ayer que, junto con la madre Torre, fueron padres del pueblo de Torremolinos.
De los manantiales de Torremolinos brotaba el agua que, formando un cauce o arroyo natural de dos kilómetros de largo, atravesaba la población y se perdía en el mar, cayendo en majestuosa cascada por el acantilado de la Torre, al fondo de la calle San Miguel. Con el tiempo fue soterrado el cauce, cariñosamente apodado "Cau" por los lugareños y que discurría, entre otras, por la céntrica rúa que se llamó precisamente "Cauce", paralela a la de San Miguel. En las márgenes de aquel añorado "Cau" se alineaban los molinos que durante siglos fueron alma y sostén del pueblo. La importancia de tales molinos en época árabe fue notable. Según se desprende de viejas crónicas castellanas a las que alude el historiador Luis Seco de Lucena en su obra "Muhammad IX, Sultán de Granada", dichos molinos "eran los mejores de Andalucía y daban al monarca granadino una renta anual de más de mil doblas de oro".
Opinan los historiadores que estos molinos que, movidos por el agua, convivían bajo la protección de la Torre, alrededor de la cual se aglutinaba la mayoría de ellos, fueron levantados por los árabes, aunque hemos de admitir que los molinos de agua son muy anteriores a la presencia árabe en la península ibérica (Vitruvio ya hablaba de tal tipo de molinos en el siglo I). No obstante, es razonable suponer que no todos los molinos se instalaron por primera vez en nuestro entorno en época musulmana. Es casi seguro que algunos ya existían, no solamente antes de ser levantada la torre, hacia los siglos XIII ó XIV, sino incluso antes de los tiempos de la invasión árabe, sobre todo si tenemos en cuenta que Torremolinos estuvo habitado desde la noche de los tiempos, como lo demuestran los ajuares y restos óseos de humanos hallados en sus cuevas, presuntamente de eras prehistóricas. Cada vez son más los investigadores que atribuyen no a los árabes, sino a los romanos, la introducción del molino de agua (pistrinum aquae) en Hispania. Sea como fuere, tras la conquista del territorio musulmán malagueño por las tropas castellanas en 1487, los molinos continuaron con su pacífica labor molturadora hasta mediados de los años veinte del pasado siglo, cuando las aguas de los manantiales torremolinenses fueron definitivamente desviadas a la ciudad de Málaga.
Son los molinos los que, a fin de cuentas, originan el compuesto nombre de Torremolinos, conjuntamente con la torre de almenara que aún se levanta al borde del acantilado sobre el que se asienta el núcleo más antiguo del pueblo, a unos cuarenta metros de altitud sobre el nivel del mar. En tiempos de los Reyes Católicos, a tal baluarte se le conocía como Torre de los Molinos y, a las industrias que a la par eran hogares de los molineros, como los Molinos de la Torre.
La primera alusión explícita al lugar que más tarde se llamó Torremolinos parece ser una real ordenanza dada en Arévalo por los Reyes Católicos el 30 de marzo de 1489 y que se refiere a la concesión en propiedad de unos molinos y terrenos para su edificación. La ordenanza real, aunque tampoco menciona específicamente el nombre del lugar, sí da por sentado que se refiere a Torremolinos al notificar que le fuese concedido a un tal Francisco de Alcaraz un sitio "…en el arroyo del agua de los molinos de la Torre donde podades edificar molinos syn prejuyzio de los molinos que agora estan fechos…". Es de notar la expresión "arroyo del agua de los molinos de la torre", como si el agua del lugar tuviera más importancia que los propios molinos y la torre; y en realidad la tuvo, ya que en esencia fueron las aguas de los manantiales las auténticas generadoras del núcleo de población. Notamos asimismo el término "molinos de la Torre", que antepone los primeros a la segunda; aunque, en última instancia, queda la Torre como protagonista principal y soberana del enclave. Probablemente, si no hubiera habido una torre en el lugar, a Torremolinos se le conocería hoy como "Arroyo de los Molinos" o algo parecido; pero la torre, por su trascendencia defensiva, prevaleció sobre el agua y los pacíficos molinos.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN