Tal como una madre prepara con amor y afán la habitación y el ajuar de su esperado hijo, para que nada le falte al tiempo de nacer y en los años venideros, así también fue preparado el hogar y el ajuar de ese hijo que fue en Torremolinos el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios, genuino y dulce nido de tantos niños y niñas desamparados.
Al respecto, y con ocasión de presentarse la oportunidad de localizar el emplazamiento ideal para la primera Sucursal del Colegio en provincias, el Boletín Oficial del Colegio de Huérfanos de Madrid publicaba elocuentemente en su día:
"Al sentirse la necesidad de ampliar la capacidad de nuestra Institución, cuando el número de huérfanos rebasaron las posibilidades de nuestro magnífico edificio de Madrid, comenzaron a estudiarse las diversas soluciones que se ofrecían al problema. Varias asambleas generales de asociados tuvieron como nervio principal de sus debates el examen de esta importantísima cuestión, la elección del lugar para su emplazamiento, la capacidad y la calidad de los servicios de la nueva edificación, las orientaciones, la eficacia y el rendimiento probable de la sucursal que se proponía fueron examinados en las Juntas generales con toda minuciosidad, sin peligroso apresuramiento, con serena y reflexiva atención.
Cuando todas las iniciativas fueron controladas, cuando todas las opiniones tuvieron lugar de exponerse y se agotaron los recursos de la noble, interesante y fructífera discusión, la última palabra fue dicha, el acuerdo fue tomado; la primera Sucursal del Colegio de Huérfanos de Ferroviarios habría de hacerse en Málaga".
Respecto al privilegiado lugar de emplazamiento del futuro Colegio de Torremolinos, el mismo Boletín se expresaba en estos términos: "El terreno donde se ha de construir la Sucursal del Colegio de Huérfanos en Málaga tiene una superficie de 23.180 metros cuadrados, con fachada a la carretera de Málaga a Cádiz y una profundidad hacia el mar, media, de ciento sesenta metros. Situado a unos treinta metros sobre el nivel del mar y a trescientos metros de éste, el lugar elegido es verdaderamente inmejorable. Un ligero desnivel hacia el mar, que habrá de favorecer la construcción y el trazado de los jardines, facilitando la evacuación de las aguas de lluvia, asegura la perfecta salubridad del terreno".
Tras el acuerdo en firme, el arquitecto Don Francisco Alonso Martos, acopiando ideas y estudiando los modelos arquitectónicos de las mejores instituciones de España y de Europa y aportando fórmulas de su propia originalidad, se encargó de trazar los planos del nuevo Colegio conforme a las exigencias pedagógicas más avanzadas del momento. El Sr. Alonso Martos, buscando siempre el aspecto que mayor utilidad reportara, concibió la original idea de proyectar el edificio en forma de avión, como se detecta desde el aire. El tiempo confirmaría que tal diseño funcional, carente de todo lujo y superfluidad, sería el más adecuado para el desarrollo de las didácticas actividades.
El magnífico edificio que fuera el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Torremolinos no solamente cumplió a la perfección su cometido durante treinta y ocho años, desde 1935 hasta 1973, sino que en 1990, tras permanecer cerrado y abandonado a su suerte durante diecisiete años, fue declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía. Algunos años más dormitaría en el olvido, hasta que el 12 de noviembre de 2001 el Ayuntamiento de Torremolinos, tras la acertada decisión de remodelarlo a conciencia, lo abrió al público bajo la denominación de Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso. Sede de la Universidad Popular de Torremolinos, sus aulas acogen anualmente a miles de alumnos matriculados en los diferentes cursos que en ellas se imparten.
Como dato curioso, aunque el edificio ha cambiado de nombre, la parada del autobús ubicada a las mismas puertas del Centro, según reza el oportuno letrero, sigue llamándose del "Colegio de Huérfanos". Y es que el espíritu del antiguo Colegio no muere jamás.