Mensajeros por la Paz ha convertido un pueblo del interior de Castellón y apenas 98 vecinos, Torrechiva, en el único centro de emergencias de España de acogida de refugiados ucranianos y que alberga hasta 50 personas, sobre todo madres con hijos, que hallan paz y sosiego tras una huida traumática.
El vicepresidente de esta oenegé, José Osuna, acompaña a EFE en una visita a este centro, junto con Oksana Kryzmanovska, que reside en la cercana localidad de Onda desde hace un tiempo y hace las veces de traductora, así como de enlace para familias que contactan con ella para escapar de Ucrania.
Las montañas del Parque Natural de la Sierra de Espadán abrazan este pequeño municipio de interior con un entorno natural espectacular y en el que la oenegé ha habilitado un antiguo centro de menores -ahora en desuso- al que traslada familias ucranianas que huyen de la guerra.
AYUDAS Y UNA COLABORACIÓN TOTAL
Desde el inicio del conflicto, Mensajeros por la Paz ha dispuesto 14 autobuses para el traslado de personas refugiadas, seis de ellos con destino a España, país en el que han atendido a más de 700 personas y han trasladado a otras 600 a otros países. Sobre el terreno han entregado más de 30.000 comidas diarias de la mano de World Central Kitchen y han trabajado coordinadamente con más de 40 entidades.
Osuna se muestra especialmente orgulloso de este centro, que podrá albergar hasta 100 personas y es pionero en España, destaca, en el que se ha trabajado contra reloj y que cuenta con tres bloques de viviendas, talleres, jardines, invernadero y diferentes zonas comunes perfectamente acondicionadas.
Agradece el apoyo de la Diputación de Castellón y, en especial, la sensibilidad de su vicepresidenta y diputada de Bienestar Social, Patricia Puerta, por la respuesta inmediata y el apoyo total al proyecto.
Puerta ha explicado a EFE que se siente especialmente comprometida con la ayuda a estas personas y ha mostrado su deseo de seguir prestando apoyo en todo lo que esté al alcance de la institución provincial.
Además, los vecinos del pueblo, según explica a EFE su alcalde, Esteban Salas, "se han volcado desde el primer momento" y han colaborado en "tareas de limpieza, hacer camas, cortinas, preparar las habitaciones y cocinar durante la primera semana". También, añade Salas, los operarios del ayuntamiento realizaron reparaciones, llevaron leña y gas y se está recogiendo la documentación para los trámites administrativos.
HISTORIAS QUE CONTAR
En el recorrido por las unidades habitacionales se encuentra a familias desayunando, cocinando con niños alrededor jugando, charlando, disfrutando del sol después de varias semanas de mal tiempo y recibiendo al visitante con una sonrisa.
Marina e Iván residían en Bucha y salieron con su gato en su coche adaptado (él padece una discapacidad física y necesita silla de ruedas). Fueron los primeros en llegar a este centro, con un entorno "muy bonito y muy diferente a nuestra casa, rodeada por los Cárpatos".
Cuentan que lo primero que quieren hacer es aprender español y relatan lo difícil que es salir de Ucrania: "Nos pidieron los papeles de Iván para justificar su discapacidad, y -sonríe- claro, les dijimos que no tiene piernas, que si no quedaba bastante claro".
Otra mujer, Valentina, responde por sus hijos con un "sí" enérgico cuando les preguntamos a sus tres hijos si tienen ganas de ir al colegio. Ellos también tienen ganas de dar clase, aunque en el centro de Torrechiva han encontrado muchos niños con los que jugar.
Valentina dejó a su marido en su ciudad, al norte de Kiev, y salió con sus hijos "con miedo por dejar todo". Una bomba que impactó cerca de su casa fue la que finalmente la animó a salir hacia la frontera con Polonia "sin saber dónde y cuándo iban a estar a salvo".
Tras un periplo de varios días durmiendo en centros de refugiados, largos trayectos en tren, en autobús y a pie, finalmente se ha instalado en esta vivienda en la que se afana organizando la comida.
Todo ello en una cocina en la que también está el hijo menor de 17 años de Olena, quien juega con los niños de Valentina pero con la pena en la mirada por haber dejado en Ucrania a su otro hijo de 23, que permanece en la reserva por si es llamado al frente.
ALLÁ QUEDÓ EL INFIERNO
Oksana, que hace de traductora y también da consuelo a las familias, está preocupada por su madre, de 82 años, que no ha podido salir de Ucrania y tiene serias dificultades para acceder a la comida. "Ha llegado a comer el pienso de los perros", asegura.
No ha sido fácil tampoco salir de Ucrania para Tetiana, que tiene problemas de movilidad y ha llegado a Torrechiva desde Bucha -convertida en "el infierno", asegura- con su nieto discapacitado, su hija y otros tres hijos de esta.
"Los tanques estaban en nuestra calle, los militares rusos armados nos sacaron y metieron a mi nieto discapacitado y a otro en un autobús y a mí en otro diferente, por lo que entré en pánico", asegura Tetiana. Finalmente, y gracias a la ayuda de un soldado ruso, pudo viajar junto a sus nietos y abandonar la ciudad.
UN HORIZONTE ESPERANZADOR
El alcalde de Torrechiva indica que le molesta que le digan que la llegada de personas de Ucrania puede contribuir a luchar contra la despoblación: "Esa no es la manera", asegura, pues "lo que necesitan estas personas es paz y tranquilidad, y recuperarse de todos los horrores que han pasado".
Osuna añade que ahora están centrados en la escolarización de los menores -para lo que cuentan con la colaboración del Valencia Montessori School, donde los niños harán ya actividades en Pascua-, en los talleres y las clases de español y en la atención sanitaria de las personas que se albergan en este centro.