El Jueves

Dulce ambición

La semana pasada me dejaba caer por aquí pidiendo una sonrisa ante los problemas que todos tenemos encima, sobre todo los provocados por este época que nos han impuesto (y que nos ha tocado vivir porque sí) de crisis y desánimo...

La semana pasada me dejaba caer por aquí pidiendo una sonrisa ante los problemas que todos tenemos encima, sobre todo los provocados por este época que nos han impuesto (y que nos ha tocado vivir porque sí) de crisis y desánimo. La semana pasada, insisto, les traía la teoría. Hoy les traigo el ejemplo práctico.

Rosa Torrejón empezó, tras dejar voluntariamente su trabajo, a hacer diversas cosas, valiéndose sólo de sus manos y su ingenio. Lo hacía por no estar quieta, gracias a Dios no porque le hiciera falta. Y un día hizo una tarta. Y aquello la entusiasmó. Y sólo le pensó en una cosa: creer en ella misma (por favor, relean mi columna de la semana pasada). Creyó que era buena -porque lo es- y que podía distraer sus manos y su ingenio en crear composiciones artísticas que además hicieran felices a los demás. Y no se estuvo quieta. Siguió y siguió. En muy poco tiempo se ha convertido en un referente en el pujante mundo de las tartas de fondant.

La ambición bien medida es buena. Aquello que empezó como un pasatiempo y una manera de distraerse ha crecido. Tanto como para que Rosa inaugure hoy en Fibes la Feria “Sevilla Dulce”, montada con su esfuerzo y tensón durante estos meses que dejamos atrás. Los que la queremos y estamos a su lado nos sentimos más que orgullosos de ella, aunque esto para ninguno de nosotros es nuevo, porque siempre lo hemos estado.

Ahora nos preguntamos qué será lo siguiente. Con qué nos va a sorprender.
Rosa se ha bastado de ella misma. Ni subvenciones ni nada por el estilo. Tesón. Mucho tesón. E ilusión, mucha ilusión, creyendo en su proyecto, en lo que se traía entre manos. A esto es lo que yo quería llegar la semana pasada. Nadie la llamó para decirle que hiciera lo que estaba haciendo.

Nadie la sacó de su casa y le ofreció nada. Nadie, absolutamente nadie, la empujó y creyó en ella en los comienzos. Sólo le hizo falta creer en ella misma. Y así ha salido todo esto.

No les voy a invitar a que asistan a esta feria que hasta el domingo estará en Fibes porque se me vería mucho más el plumero. Tan solo utilizo estas líneas para mostrarles el ejemplo y para aportar, desde esta humilde columna, mi granito a su esfuerzo y valentía. Porque si no nos ayudamos los unos a los otros, mal vamos.

Necesitamos muchas “Rosas” como ella en la sociedad productiva en la que vivimos. Personas que apuesten por sí mismas. No sería descabellado pensar que en poco tiempo, lo que empezó como un entretenimiento, sea un punto generador de empleo y de riqueza. Ojalá fuera así.

Ojalá yo mismo me pareciera a ella.

Enhorabuena y adelante.

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