En su sentencia, la sección décima de la Audiencia de Barcelona condena a M.A.A. por un delito de alzamiento de bienes, lo que le comporta una multa de 5.760 euros, y le conmina a entregar a su ex compañera la mitad del premio, ante el convencimiento de que “dispone de medios económicos ocultos”.
El condenado, al que su ex pareja demandó, ya fue obligado por la Audiencia de Barcelona en 1999 a compartir el premio en una sentencia firme, pero se negó a hacerlo asegurando que había dilapidado toda su fortuna jugando en casinos, tras decidir tirar la casa por la ventana después de que se le diagnosticara cáncer.
El tribunal ha considerado probado que la pareja tenía por costumbre jugar a la lotería primitiva a medias y también lo hizo con el billete premiado, que la propia ex mujer del procesado selló en una administración de Barcelona en mayo de 1996.
M.A.A. convenció a su ex pareja de que le entregara el boleto para ingresarlo en una cuenta bancaria que ambos compartían pero, en su lugar, lo hizo en una libreta de la que era único titular y procedió a invertir el dinero en distintos productos financieros exclusivamente a su nombre.
La pareja rompió su relación un año después, sin que Y.P. consiguiera que el procesado le entregara la parte del premio que le correspondía, por lo que presentó una demanda que desembocó en la sentencia de la Audiencia de Barcelona que en octubre de 1999 condenó a Miguel Ángel A. a compartir el premio.
Pese a ese fallo firme, el procesado se negó a entregar su parte a Y.P. y, durante todo el año 2000, sacó el dinero de los fondos que tenía, parte del cual puso a nombre de sus padres, y vendió por 11 millones de las antiguas pesetas un piso de su propiedad que tenía en Barcelona.
Por este motivo, cuando el Juzgado dictó la ejecución de la sentencia que le obligaba a compartir el premio, de las cuentas bancarias del procesado se había esfumado hasta el último euro y fue imposible embargarle dinero alguno.
En su declaración en el juicio, el acusado mantuvo que en un año derrochó su dinero principalmente jugando en casinos, ya que decidió tirar la casa por la ventana después de que en julio de 1999 se le diagnosticara una leucemia de la que sólo podría curarse con un trasplante de médula.
Esa versión es cuestionada por el tribunal, que afirma con contundencia en su sentencia: “No creemos que el acusado haya dilapidado todo su dinero en fiestas, diversiones, juegos de azar y otros gastos (...)”
La sentencia no pone en tela de juicio la veracidad de la enfermedad que sufre el acusado, pero niega que su intención al disponer del dinero del premio fuera sufragar costes sanitarios, puesto que “no ha aportado factura de uno solo de tales gastos médicos, amén de que el tratamiento le fue siempre prestado por la sanidad pública”.
El procesado, ya recuperado de su cáncer y que cobra una pensión por enfermedad, sostuvo en el juicio que su ex pareja se limitó a sellarle un boleto de lotería con una numeración que él jugaba semanalmente en exclusiva y con el dinero que él le entregó.