Curioso Empedernido

Convencer, no confundir

Como decía Víctor Hugo “nada tan estúpido como vencer. La verdadera gloria está en convencer”

Hay quienes si no son capaces de convencernos, intentan confundirnos  entre inútiles elucubraciones y teorías irrealizables que jamás seremos capaces de llevar a la práctica, mientras nosotros nos movemos entre la observación y la interpretación como si fuéramos en una bicicleta velozmente, en una bajada sin fondo.

Y en esa línea de procurar convencer tras observar detenidamente,  nos preguntamos qué es lo que realmente vemos, sentimos, interpretamos, y proyectamos. Si con frecuencia los cristales de nuestras gafas no están empañados y opacaos.

También en ese querer ver las cosas con claridad y transparencia, nos cuestionamos sobre cómo podemos evitar la subjetividad, como establecer los límites y la distancia, cómo escuchar con sensibilidad las resistencias y las emociones de los demás.

Entre las intuiciones, sensaciones  , empatías y conocimientos , hemos de saber estar cerca y lejos a la vez, colocar los filtros y establecer los sistemas de contención , cerrar grietas y agujeros , saber llenar el espacio que nos rodea dejando lugar y respetando el sitio de los demás .

Si realmente queremos convencer y no confundir , hemos de huir de rotular , de colocar etiquetas a diestro y siniestro para que todo responda a la falsa lógica de una clasificación predeterminada, que no deja de ser una trampa  mortal para cualquier miembro y sociedad inteligente.

Para que los demás nos crean y tengan confianza en lo que decimos y hacemos, hemos de estar en una actitud de escucha, de  los que nos dicen y lo que nos callan, de sus actos fallidos y sus olvidos, de sus afirmaciones y negaciones, de sus repeticiones.

No podemos olvidarnos que vivimos en un mundo lleno de sonidos y el sonido es vibración, movimiento. Nosotros producimos sonidos con nuestro cuerpo, con nuestros pasos, al caminar o al correr, cuando lloramos o reímos, con nuestra respiración o nuestros latidos cardiacos.

A veces combinamos sonidos y silencios con una intención estética, expresiva y comunicativa, y entonces estamos haciendo música, y sin lugar a dudas es uno de los medios más potentes que tenemos para canalizar nuestros deseos, miedos y sentimientos.

Es difícil afirmarlo de manera categórica, pero desde tiempos inmemoriales se le ha atribuido a la música poderes mágicos, a través de los cuales podernos comunicar con los dioses. Y esto podemos constatarlo a través de la mitología y la historia.

Dice la expresión popular “la música amansa a las fieras” cuyo origen hemos de encontrarlo en la leyenda de Orfeo, poeta y músico griego que poseía un canto y una forma de tocar la lira que aplacaba a las fieras más salvajes, y que con el paso del tiempo se ha utilizado para referirse a la capacidad tranquilizadora de la música para comportamientos agresivos o nerviosos.

De todas formas la música, a través de sus elementos, como el ritmo, la melodía, la armonía o la letra nos evoca imágenes y situaciones vividas o irreales, nos despierta emociones desarrollando la capacidad de análisis y nos obliga a movernos desde el conocimiento, la relación y la convicción.

Como decía Víctor Hugo “nada tan estúpido como vencer. La verdadera gloria está en convencer”.
    

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