Curioso Empedernido

Prisas y prosas

El loco teatro del que no somos actores, nos lleva a seguir la corriente, decir tonterías y controlar nuestras vidas

Vivimos en un mundo en el que todo ha de  suceder, hacerse y transmitirse en el mismo momento en el que está ocurriendo. Las prisas nos ahogan y las prosas nos pueden. Cuando la lectura brilla por su ausencia hay cuestiones que deberíamos conocer con inmediatez, y otras que no nos pasa nada si las ignoramos.

Debemos aprender a dejar nuestros enfados aparcados y seguir nuestro camino, entre aventuras, misterios y acertijos. La vida solo podemos recordarla hacia detrás pero solo podemos vivirla hacia adelante. Hay quienes piensan y sostienen que el más rápido en la solución de los problemas es aquel que más corre, nada más lejos de la realidad.

Con que solo seamos capaces de prestar atención a lo que sucede en nuestro entorno, veremos que la mayoría de la gente que pisa el acelerador para llegar antes, no sabe adónde va ni para qué. Eso sí presumirá  de no tener tiempo para nada y de que está muy estresado porque su participación resulta imprescindible para los demás.

La mayoría de las veces por mucha prosa que le echemos a nuestros discursos, no habrá quien nos entienda y resultaremos insufribles e insoportables. Con la obsesión de estar entre la pedantería y la prontomanía, seremos sepultadores de iniciativas  e ilusiones.
No vale ni vivir acelerados ni encerrase en una urna de cristal de una prosa gongorista, densa y aburrida.  Da la sensación que andar permanentemente corriendo de un lugar para otro o emplear vocablos en desuso o citas en idiomas extranjeros da prestigio, cuando es la viva expresión de la gilipollez elevada al cubo.

Hay quienes no disfrutan, ni del lenguaje claro, sencillo y directo de contar cualquier historia ni de vivir con placidez el momento, y no andar embarcado en el estrés  y la ansiedad, sin gozar del presente porque continuamente se quiere anticipar el futuro.

Gestionar y controlar el tiempo y nuestro lenguaje garantiza gran parte del éxito,  si nos dejamos llevar a una velocidad de vértigo y terminamos sin saber lo que decimos, tendremos muchas más posibilidades de fracasar y tener algún tipo de accidente.

Cada uno de nosotros debemos elegir el ritmo que queremos imprimirle a nuestras vidas, y de qué forma deseamos verbalizarlo y trasmitirlo a los demás, si nos empeñamos en llenar de palabras vacías nuestras vidas, inundarlas de poesía o decir las palabras justas en el momento preciso.

Ante tanta prisa y demasiada prosa, no debemos emborracharnos de velocidades y palabras, y hemos de aprender a priorizar en esta selva en la que nos quieren colocar, sabiendo en cada momento qué es lo importante y qué no lo es.

Resultaría cómico establecer una escala de valores uniforme para todos, ya que hay quienes su principal objetivo son ellos mismos, otros que lo centran en su familia y están quienes buscan el paraíso perdido en el que encontrar la felicidad.

El loco teatro del que no somos actores, nos lleva a seguir la corriente, decir tonterías y controlar nuestras vidas. Somos incapaces de desconectar nuestros móviles o ausentarnos de las redes sociales, y sobre todo tener la fortaleza de decir alto y fuerte NO.

Olvidamos como decía Robert Louis Stevenson que “lo único realmente importante es: VIVIR” Sin demasiada prisa ni mucha prosa.
 

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