En la comunidad educativa del CEIP San Juan de Dios saben mejor que nadie lo que es esperar, cargarse de paciencia y ajustar al milímetro los gastos de funcionamiento del centro. Gracias a este esfuerzo inmenso tienen pizarras digitales en cada clase menos en las de 3 y 4 años, y aire acondicionado en todas las aulas, entre otros servicios fruto de esa organización concienzuda. Su día a día es una lucha educativa constante por “arañar” mejores resultados académicos.
“Aquí atendemos a niños, necesitamos instalaciones dignas y seguras”Esta es una batalla que mejora sin prisa pero sin pausa, y no hay mejor evidencia que los continuos reconocimientos que reciben, como por segundo año ha ocurrido en lo que respecta a la convivencia positiva, obteniendo la mejor puntuación, sin contar con sus proyectos del huerto escolar y los grupos interactivos.
Mucho más complicada es la guerra que mantienen por igual profesores, padres y alumnos con las instalaciones.La “dejadez acumulada” por las administraciones, casi por igual por parte del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, tienen ya tintes históricos, y lo peor de todo, como lamentan desde la Ampa (Asociación de Padres y Madres), es que el mal estado de los edificios en los que estudian sus hijos, “no nos representan, porque somos un referente en muchos proyectos”. La actividad entre el colectivo de padres es frenética en busca del “bien común”, pero las dependencias educativas a las que se enfrentan no dejan de ser un lastre que desdibujan cada vez más la frontera de la dignidad y la seguridad, con cables pelados al alcance de los niños en algunos puntos. Mientras tanto, los parcheos con los que el Consistorio intenta ‘salir del paso’ siguen siendo pan para hoy y hambre para mañana.
A los hechos se remiten: chispazos eléctricos debido a una instalación deficiente que les deja sin luz siempre que llueve (el día después de las inundaciones de octubre tuvieron que suspender las clases) y pocetillas incapaces de absorber en el patio todo el agua que cae y que lo inunda cada vez que llueve, independientemente de que sean muchos o pocos litros de agua. Las consecuencias van más allá, pues el agua llega a salir del suelo hacia arriba en las aulas, la secretaría y los propios pasillos debido a la antigüedad de las canalizaciones. Lo mismo ocurre con los problemas de humedad de las clases y el colegio en general.
De poco les sirve que pinten el centro, si no se ataja de raíz esta cuestión. “Todo es parchear”, lamentan. A esta lista de deficiencias añaden la falta de accesibilidad (llevan años reclamando que se habilite el acceso de la antigua N- IV) y en el único que tienen ni siquiera puede entrar una grúa o una ambulancia.
Los puntos negros continúan en las cornisas que se desprenden en plena zona de paso de escolares por el patio. También caen sobre el techo de chapa de un gimnasio que utilizan como comedor. Allí una enorme canasta preside una sala donde cada día comen más de 80 niños. En el otro extremo, un potro, colchonetas y restos de material deportivo. Es otra de sus clásicas “vergüenzas”, pues el proyecto de adaptación de una estancia en ruinas que tienen clausurada para un nuevo comedor sigue sin avanzar. La Junta les dice que las gestiones están en marcha, pero son demasiados cursos sin novedades. La restauración de la ayuda compensatoria que apoyaba a las familias con menos recursos económicos tampoco llega.
“Falta de interés”
“A nivel administrativo hemos hecho todas las gestiones que se pueden hacer”, explican desde el centro. Lo que más les indigna es que tienen claro que el trasfondo que hay detrás de esta parálisis no es más que la “falta de interés” en una zona en la que el déficit de intervenciones la ha convertido en un gueto. “Aquí atendemos a niños. Necesitamos instalaciones dignas y seguras”, reiteran. Cansados de esta situación, la Ampa prepara protestas. Agradecen la predisposición de la delegada de Educación, Laura Álvarez, a la hora de atenderlos, pero necesitan intervenciones integrales.